Erigida durante la década de 1970 y comenzando a operar hasta 1980, en Niigata, se alza la planta nuclear más poderosa del mundo. Con un total de siete reactores nucleares, la central de Kashiwazaki-Kariwa es capaz de amasar hasta 8,200 MW.
Se trata de un verdadero monstruo energético, que funcionó como una de las fuentes de electricidad más importantes de Japón hasta el incidente que afectó las instalaciones del lugar en 2011. Después de lo sucedido en Fukushima, la Nuclear Regulation Authority (NRA) decidió retirar la licencia de operaciones hasta implementar nuevas medidas de seguridad.
El 11 de marzo de 2011, un terremoto seguido de un tsunami golpearon las costas de Japón. En aquella zona, se encontraban dos importantes centrales nucleares del país: Fukushima Daiichi y Kashiwazaki-Kariwa. Esto provocó una alerta nuclear dentro del territorio japonés debido a las afectaciones, principalmente las de Fukushima.
Contrario a lo que sucedió en Fukushima, accidente que se catalogó como el peor desastre nuclear desde lo ocurrido en Chernóbil, en Kashiwazaki-Kariwa solo se registraron daños en las instalaciones y sistemas de operación. Una doble alerta por posibles filtraciones de radiación habría sido crítico para Japón, por suerte esto no sucedió y solo Fukushima corrió ese riesgo, sumado a que los tres reactores activos de la planta sufrieron una fusión del núcleo.
Sin embargo, Kashiwazaki-Kariwa sí sufrió de daños en sus edificios, equipos y sistemas de seguridad, incluidos los sistemas de refrigeración y eléctricos. Después del incidente, la planta fue sometida a una evaluación de seguridad. La conclusión del gobierno japonés fue que debían cerrar la central en su totalidad para centrarse en reparaciones y crear nuevos sistemas de seguridad.
Lista para volver
Tras 13 años desde el terremoto y tsunami, Kashiwazaki-Kariwa está lista para volver. Japón actualmente cuenta con doce reactores nucleares en operación, y cuenta con dos más en desarrollo y 26 que se mantienen inactivos. De hecho, en abril de 2023, el país nipón aprobó una nueva legislación para extender las operaciones de centrales nucleares más allá de los 60 años establecidos anteriormente. Es decir, si la planta tiene más de seis décadas de operación, pero sigue siendo funcional y cuenta con los protocolos de seguridad necesarios, entonces puede seguir operando.
Pasaron más de 4,000 horas de pruebas y monitoreo para que Kashiwazaki-Kariwa pudiera librarse del veto que levantó la NRA. Desde el desastre, la Tokyo Electric Power Company (TEPCO), empresa gubernamental, implementó mejoras en los sistemas de operación y seguridad, para que así la planta nuclear más poderosa del mundo pueda volver a generar energía.
Esto significa que los primeros pasos para la recuperación total de la planta están en activo. Si todo sale como indican las pruebas, puede que el centro recupere su licencia de operación. De momento, toca al gobierno local de Niigata hacer los estudios necesarios.
Según información de Deutsche Welle, antes de su cierre, Kashiwazaki-Kariwa tenía la capacidad para "dar servicio a 16 millones de hogares". Entre la gran cantidad de medidas que TEPCO ha tenido que introducir para asegurar la integridad de la central también se encuentra un muro de 15 metros para soportar el choque de tsunamis.
De momento, TEPCO ha solicitado a la NRA que les permita reintroducir las barras de combustible en cada reactor de Kashiwazaki-Kariwa. Todo parece ir viento en popa para la planta, por lo que apunta a que esta volverá a funcionar más pronto que tarde.
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