Llevamos más de un siglo combatiendo el cáncer, con el apoyo de una aliada inesperada: la radiación. Sin embargo, no fue sino hasta los últimos años que transformamos esas enormes máquinas para quimioterapia en píldoras. Imagina combinar biotecnología con física, creando fármacos diseñados exclusivamente para cazar células cancerosas.
A esos cazadores los conocemos como radiofármacos. Se trata de compuestos que integran moléculas con núcleos radiactivos. Este enfoque innovador representa la última gran apuesta contra el cáncer, y todo apunta a que nos volveremos especialmente hábiles en su fabricación.
Pero antes de continuar, es necesario adentrarnos un poco más en los detalles sobre los radiofármacos. ¿Qué son exactamente? Los radiofármacos son medicamentos diseñados para transmitir radiación a zonas específicas del cuerpo humano, tanto a nivel celular como en tejido específico. Son agentes capaces de detectar con eficiencia las células cancerosas.
Podemos imaginar el proceso como el de un cazador que sigue el rastro de su presa. Una vez encontrada, es cuando finalmente dispara. Esta es la principal diferencia entre los radiofármacos y los métodos tradicionales de combate contra el cáncer. La quimioterapia y otros tratamientos de radiación externa afectan no solo al tejido canceroso, sino también a moléculas sanas.
Según información del National Cancer Institute, una vez que el fármaco localiza dónde debe actuar, se encarga de administrar su contenido. Esto provoca que los compuestos radiactivos, como las partículas beta o alfa, alteren el ADN de las células y el tejido canceroso.
Ahora bien, ¿qué son las partículas alfa y las partículas beta? A diferencia de los antagonistas de las últimas temporadas de The Walking Dead, esto poco tiene que ver con personajes ficticios.
Existen dos diferencias claras entre las partículas alfa y beta. La primera es el tamaño, y la segunda es la profundidad a la que pueden penetrar. Según un artículo del Radiology and Medical Imaging Department de Arabia Saudita, las partículas alfa son grandes, pesadas y están compuestas por núcleos de helio-4, mientras que las partículas beta son más pequeñas y pueden penetrar más en el tejido humano.
El uso de partículas alfa o beta depende de la zona del cuerpo y del tipo de cáncer que se desea tratar.
Retos en la producción y uso de radiofármacos
Ya quedó claro que son una excelente opción para localizar y, en términos de jerga, concentrarse en las zonas afectadas. Por otra parte, no todo es color de rosa. Aunque prometedores, los radiofármacos enfrentan importantes desafíos, especialmente en producción y logística.
Entre los problemas principales se encuentra la escasez de isótopos adecuados y el decaimiento radiactivo. Centrándonos en este último, es un proceso que dicta la vida útil de los radiofármacos. En pocas palabras, mientras más tiempo pase, menos efectivo será el isótopo radiactivo.
Según una publicación del National Cancer Institute, los isótopos con una vida media "corta" requieren una distribución rápida y eficiente, mientras que aquellos con una vida media más larga pueden relajar la cadena de suministro, aunque plantean preocupaciones de seguridad nacional. Recordemos que en México ha habido incidentes con la pérdida de material radiactivo importante.
No obstante, nuestro país no solo enfrenta desafíos. La Universidad Nacional Autónoma de México cuenta con la Unidad Radiofarmacia-Ciclotrón, uno de los centros de radiofarmacia más grandes de Latinoamérica y el más grande del país. Esto demuestra que no solo los países tradicionalmente asociados con la farmacéutica tienen capacidad para desarrollar estos materiales.
Hoy en día, buscamos atacar de manera precisa. La investigación científica siempre será crucial en la lucha contra el cáncer, una enfermedad que ha acompañado a la humanidad desde la antigüedad, como evidencian registros de extracción de tumores desde el antiguo Egipto.
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