La contundencia de la premisa de Fernanda puede ser impopular: ahora, la gente podría estar predispuesta a optar por bolsas de papel, de tela, o de fécula de maíz, sin que ello necesariamente signifique que su huella de carbono es menos agresiva que una bolsa de plástico.
Simple y llanamente, una bolsa que no es de plástico, puede ser más contaminante que una que sí lo es.
El punto lo utiliza para argumentar que la satanización de los plásticos ha provocado la ilusión de que todo producto es mejor para el ambiente que el plástico. Sin embargo, Fernanda explica que una bolsa de las denominadas "de tela", puede permanecer en el ambiente más de 1,000 años sin un adecuado manejo de residuos.

Fernanda Anguiano tiene todas las credenciales en la industria del reciclado de plásticos; es directora de marketing de la empresa mexicana con base en Jalisco Anguiplast, la cual fue fundada por su padre cuando ella todavía era niña con la filosofía de construir productos a base de plástico que ya hubiera tenido una vida útil antes.
La decisión de negocios puede que no haya sido la más fructífera en aquel entonces. Claro, Anguiplast se distinguió de la competencia, (tiene certificaciones del laboratorio internacional 'Eden Research', cumple con la norma de etiquetado ambiental internacional, tiene constancia de plan de manejo de residuos por la Semarnat, y cuenta con certificado de compostabilidad por el 'Indian Instituto of Packaging') pero también hizo que, debido al proceso de reciclado y fabricación especial, sus costos se elevaran respecto a los otros fabricantes que utilizaban plástico convencional. Tuvieron que pasar dos décadas para que, en pleno auge de la conciencia ecológica y el impulso a bolsas de plástico recicladas y compostables, la decisión de negocios tomara sentido.
Con el conocimiento adquirido sobre procesos de reciclado y biodegradabilidad, Anguiplast ahora consiguió una certificación el Instituto Politécnico Nacional que avala que sus bolsas de plástico son tan efectivas, que el 90% se biodegrada en seis meses. Pero la popularidad ganada debido a su experiencia en crear productos de plástico sostenibles todavía tiene la afrenta de la creencia común de que todo plástico es, por sí mismo, más contaminante que cualquier material.
"México no tiene la tecnología para certificar"
A pregunta expresa, Fernanda reconoce que la norma ideal de reciclado y biodegradabilidad en México, tendría que ser una que establezca una certificación exhaustiva a fabricantes, pero hasta el momento, las legislaciones locales en la materia no han sido lo suficientemente precisas para garantizar el grado químico de desintegración de las bolsas biodegradables.
No hacerlo, explica, conlleva a que haya fabricantes que estén usando aditivos, como fécula de maíz, y utilicen ello como prueba indubitable de la ecología del producto. "No por tener fécula de maíz un producto ya es compostable" dice Fernanda.
Un estudio publicado en Enviromental Science & Technology y hecho por la Asociación Química Americana, concluyó que, pese a que cada vez más aditivos se venden en todo el mundo a fabricantes de plásticos, con la promesa de hacer sus productos biodegradables y así cumplir con normas ambientalistas, de ninguno de los cinco estudiados en sus efectos sobre el PET se obtuvo evidencia contundente sobre su aportación a la biodegradabilidad, ni aeróbica y anaeróbica.
La clave está en que, pese a que los aditivos por sí mismos sí son biodegradables, no todos se combinan con los plásticos para dotarles de sus propiedades biodegradables.
México no tiene de momento una norma oficial mexicana con los requisitos con que debe cumplir un plástico que se autodenomine reciclado, biodegradable o compostable. El problema ha sido señalado antes en la Ciudad de México: el decreto de la Ley de Residuos Sólidos prohíbe la comercialización, distribución y entrega de bolsas de plástico al consumidor, excepto las compostables, pero no determina técnicamente las propiedades que debe tener una para considerarse como compostable o biodegradable.
La Ciudad de México comenzó a trabajar en la construcción de la norma, pero se trata de un proceso largo. La directora general de Evaluación de Impacto y Regulación Ambiental de la Sedema, Andrée Lilian Guigue Pérez, dijo a Animal Político en enero que el proceso podría tardar de ocho a 14 meses. Retrasos imprevistos podrían ocurrir dado que en enero no atravesábamos por una pandemia.
No determinar con claridad el piso mínimo con el que deben cumplir plásticos que se asumen como ecológicos, produce una competencia desigual. Anguiplast enfrentó desde hace décadas a competencia que por no pasar por procesos de biodegradabilidad para obtener sus productos podían ser más económicos, pero ahora dice enfrentar a quienes asumiéndose como biodegradables y compostables pueden ofrecer mejores precios dado que al menos una parte de sus bolsas están hechos con material virgen, no reciclado.

En su mejor estimación, Fernanda calcula que el 80% de la industria no está cumpliendo a cabalidad con los nuevos requerimientos de varios estados sobre tener productos de plásticos que sean biodegradables y compostables. Matiza que no puede asegurar la magnitud, pero para ella no tiene sentido que competidores tengan productos que se dicen biodegradables y compostables a precios menores que los propios, siendo que la competencia no dedica millones de pesos, como sí Anguiplast, a desarrollo e investigación.
La solución sería un análisis a fondo, igualitario y constante a los productos hechos con plásticos en México, pero a decir de Fernanda, "el gobierno no tiene realmente el nivel para certificar".
No todos los plásticos pueden reciclarse
No todas las bolsas son igual de ecológicas, así como no todos los plásticos son igual de reciclables. Anguiplast por ejemplo utiliza como materia prima plásticos que antes se han utilizado en bolsas, en envoltorios de electrodomésticos, y hasta en las clásicas burbujas de plástico y aire que sirven para proteger productos frágiles en su empacado. A pesar de la variedad de fuentes del plástico que utiliza como materia prima, Fernanda asegura que hay derivados que no pueden reciclarse, como por ejemplo las bolsas comúnmente referidas como "de tela", pero hechas en realidad de polipropileno. Una bolsa con esas características, que no será reciclada tras el término de su vida útil, solo tendría menos impacto ambiental "si se le utiliza toda la vida" dice Fernanda.

El tema es todavía más complejo para el plástico metalizado que se utiliza para empaques de galletas o bolsas de frituras. El propio José Anguiano, director de Anguiplast ha reconocido en entrevistas que el material no es reciclable, de forma que termina por ser un plástico destinado a tener solo una vida útil, una de muy corta duración.
Al problema de que no todos los plásticos son igual de reutilizables, se suma que México no tiene la capacidad para reciclar el 100% del plástico que se usa, pero dicho para esos efectos, tampoco puede reciclar el 100% de papel, aluminio o cristal. Las cifras del reciclado en México tienen la dificultad añadida de que son muy dispares: la UNAM dijo en 2018 que en México se producen 300 millones de toneladas de plásticos al año, de los cuales solo se recicla el 3%.
Solo dos años después, la Asociación Nacional de Industrias del Plástico aseguró que México produce poco más de un millón de toneladas de residuos plásticos, de los cuales el 30% se recicla.

Todos los caminos llevan al reciclaje. Lo decía a Xataka México Federico Llamas, fundador de la Universidad del Medio Ambiente: una economía circular solo podrá garantizarse si se recicla el total de elementos que utilizamos, garantizándoles tiempos de vida mayores, lo que solo puede hacerse reutilizando. En este sentido el plástico lleva las de ganar dado que hay empresas como Anguiplast que se dedican a construir materiales a partir de elementos que ya tuvieron una vida previa, una capacidad de reciclaje que no tiene el país en cuanto a cristal, papel, o aluminio.
Una legislación local completa deberá al mismo tiempo que incentivar el reciclado, garantizar un piso mínimo parejo de análisis a productos que provengan del plástico, de forma que se evite la fabricación de bolsas (y otros productos) que dicen descomponerse para para reintegrarse por completo a la naturaleza, pero sin sustento.
A decir de Fernanda, las legislaciones locales propuestas hasta ahora en México, no hacen ni lo uno ni lo otro.
Ver 5 comentarios
5 comentarios
eduardobreton
Se debe de obligar por ley a que sea reciclable todo el plástico, y que las plantas recicladoras sean uma obligación de las consumidoras de plastico, debemos industrualizar los desechos y terminar con los tiraderos.
Usuario desactivado
De entrada se debe legislar para terminar con los no reciclables mono ración. Forzar a que Gamesa/Pepsico y compañía utilicen envoltorios reciclables. Creo que son grandes agresores con el capital humano y económico para resolver el problema rápidamente. Bimbo y PyMEs del giro ya usan materiales reciclables en muchos de sus envoltorios, no veo razón para que los que antes mencioné no sigan el ejemplo.
Porque ahora en el super ya no te dan bolsa, vale, pero ¡todo lo que llevas en el carrito ya trae una, a menudo dos y a veces hasta tres! Seguir con este modelo es de locos cuando las consecuencias son las que ya padecemos.
Es claro que no podemos regresar a la producción y logística de la década de 1940, 1950 o incluso inicios de los años 60, pero poco apoco se deben ir impulsando los cambios en todas las áreas necesarias para que podamos vivir mejor, mediante apoyos a investigación e industrias alternativas aunados a la desincentivación de las prácticas más dañinas.
Aunque todo esto signifique que nuestros legisladores tengan que trabajar por primera vez en sus vidas.
juan_chanclas
Que traigan un cura para que bendiga las bolsas SATANIZADAS :p y luego sean SANITIZADAS.