Carlos Ghosn era un hombre acostumbrado a tomar decisiones drásticas. Su talento para rescatar empresas al borde del colapso le ganó el apodo de "asesino de costes". En los años 90, convirtió a Renault en una de las marcas más rentables de Europa y luego hizo lo mismo con Nissan, una compañía que estaba a punto de quebrar.
Salvó a Nissan de la bancarrota, dirigió la alianza con Renault y Mitsubishi, y se convirtió en uno de los hombres más poderosos de la industria automotriz. Pero su historia no terminó con una ovación empresarial, sino con un escándalo internacional. En 2018, fue arrestado en Japón por presuntas irregularidades financieras. Un año después, en un movimiento digno de una película de espías, escapó escondido dentro de una maleta a bordo de un avión privado.
El arresto de Ghosn sacudió a la industria automotriz. Nissan lo acusó de ocultar ingresos millonarios y desviar fondos para uso personal. Pasó meses en aislamiento bajo un sistema judicial que, según sus propias palabras, lo tenía detenido por ser víctima de una supuesta "trama industrial". Japón tiene una tasa de condenas del 99%, lo que significaba que su destino estaba prácticamente sellado. Consciente de que un juicio no le daría muchas oportunidades de salir libre, Ghosn trazó un plan que parecía imposible: huir de un país con uno de los sistemas de seguridad más estrictos del mundo.
La fuga fue orquestada por Michael Taylor, un exmilitar estadounidense con experiencia en operaciones encubiertas. Con la ayuda de su hijo, Taylor llevó a cabo un operativo meticuloso. Ghosn salió de su residencia en Tokio disfrazado para evitar ser reconocido. Luego, en un hotel cercano, se escondió dentro de una caja para instrumentos musicales.
Esta maleta fue transportada hasta el aeropuerto de Kansai y cargada en un jet privado sin ser inspeccionada. Horas después, aterrizaba en Turquía, donde abordó otro vuelo con destino final en el Líbano, su país natal. Cuando la noticia se hizo pública, las reacciones fueron inmediatas. Japón quedó en ridículo al admitir que no tenía idea de cómo un hombre bajo arresto domiciliario había escapado sin dejar rastro.

La jugada mestra de Carlos Ghosn
Nissan intentó distanciarse del escándalo, mientras que el gobierno japonés exigió su extradición. Pero el Líbano, que no tiene tratado de extradición con Japón, le ofreció protección inmediata. Desde entonces, Ghosn ha dado entrevistas y escrito un libro donde expone su versión de los hechos: asegura que todo fue un complot orquestado por Nissan y el gobierno japonés para evitar que consolidara la fusión con Renault.
Más allá de su culpabilidad o inocencia, la historia de Carlos Ghosn se ha convertido en una de las más impactantes del mundo empresarial. Pasó de ser un visionario de la industria automotriz a un prófugo internacional. Su legado en Nissan quedó eclipsado por la imagen de una maleta negra en la que escapó de la justicia japonesa.
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