El miedo no ha dejado de pulular durante la cuarentena. No ayuda que se han dado desafortunados comentarios, como aquel en el que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, sugería inyectar desinfectante para combatir al COVID-19.
Pero además hay quien está bebiendo el gel sanitizante.
Por desgracia no hay una cifra concreta para México, pero en Estados Unidos se incrementaron en marzo por un 79% las llamadas al Sistema Nacional de Venenos. El movimiento ha sido tal que ahora la 'Food and Drug Administration' (FDA por sus siglas) está haciendo oficial una petición a fabricantes para que impriman mal sabor al gel antibacterial.
Ni se bebe, ni se come, ni se inyecta
La FDA es clara: "[el gel antibacterial] está destinado a ser para uso externo, no para ingesta, no para inhalación, ni tampoco para vía intravenosa". Parte del problema es que fabricantes de gel antibacterial no están usando alcohol desnaturalizado. La recomendación general es aprovechar el alcohol desnaturalizado para hacer gel antibacterial para manos, puesto que dota de un sabor amargo y es "menos atractivo de ingerir, particularmente para los niños" dice la FDA.
Si a alguien le suena familiar la estrategia, es porque es exactamente la misma que Nintendo lleva a cabo en los cartuchos de Nintendo Switch, implementar de forma artificial un mal sabor para prevenir la ingesta.
Desnaturalizar pasa por modificar las moléculas del etanol del alcohol agregando componentes que modifican el sabor. Es un proceso que cuesta más, de forma que muchos fabricantes solo optan por no hacerlo.
En México la Norma Oficial Mexicana recomienda otros desnaturalizante, tales como benzoato de denatonio, octaacetato de sacaroza y acetona. La idea es la misma, proveer de un sabor desagradable al alcohol etílico, pues de no hacerlo, sabrá como alcohol convencional.
En México, todo gel antibacterial que se comercialice debe tener información clara sobre su cantidad, características, composición, calidad y precio. Hace una semana la Procuaduría Federal del Consumidor inmovilizó envases con gel antibacterial que se vendían en la zona centro de CDMX.
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