La Starship, sin duda, es reconocida no solo por ser la primera nave completamente reutilizable, sino también por ser el primer cohete de acero inoxidable en alcanzar el espacio desde el programa Atlas, en los años 50.
Aunque ahora este material parece bastante común para este vehículo, no siempre estuvo en los planes de Elon Musk y SpaceX. Sin embargo, se convirtió en una gran apuesta que terminó saliendo increíblemente bien.
Recordemos: la Starship 29 sobrevivió una reentrada atmosférica en su cuarto vuelo de prueba, a pesar de ingresar de vuelta a la Tierra a una velocidad de 20,000 kilómetros por hora. Esto le valió perder múltiples losetas térmicas y una gran parte de uno de sus alerones de control, cuando el plasma comenzó a entrar por los espacios en las juntas del cohete.
A pesar de esto, la gigantesca nave espacial logró reencender sus motores, colocarse en posición vertical y simular un aterrizaje controlado en el océano Índico. Todo esto, a pesar de tener prácticamente la mitad de su alerón destruido, sobreviviendo al infierno del reingreso, incluso con la pérdida de su escudo térmico de cerámica, donde el acero resistió.
El cambio de material
En sus inicios, cuando el cohete se llamaba "Big Fucking Rocket" o BFR para los amigos, Elon Musk decidió abandonar el fuselaje de fibra de carbono que tenía el cohete, eligiendo un nuevo material de acero inoxidable, la aleación 301.
En sus primeros modelos, la Starship mostraba un aspecto tosco, ya que el material se había ensamblado a "martillazos", aunque Musk aseguraba que se trataba de la mejor elección para un cohete pensado para ser 100% reutilizable.
Entre sus razones estaba que el acero podía soportar temperaturas de 810 °C, en contraste con los 149 °C de la fibra de carbono y el aluminio, materiales más frágiles al momento de la entrada.
Además, el acero se hace más fuerte a temperaturas criogénicas, justo como las que presenta el metano líquido usado como combustible en la Starship. También, el acero resiste mejor las microfracturas, que puede llegar a sufrir un cohete diseñado para volar en múltiples ocasiones.
Sin embargo, una de las razones principales para este cambio era el costo, pues el acero cuesta 3 dólares el kilo, frente a los 200 de la fibra de carbono.
Eventualmente, el acero 301 fue reemplazado a favor de una aleación diseñada y patentada por SpaceX, ya que el acero inoxidable comercial daba problemas de "tenacidad interlaminar".
Dicho de otra forma, el material no soportaba bien la propagación de grietas entre sus capas a temperaturas criogénicas, como en el momento del despegue, cuando el cohete se encontraba lleno tanto de metano como de oxígeno líquido.
Abaratando costes
Gracias a sus capacidades de reutilización, la Starship es un cohete barato. Aunque no se ha revelado cuánto se invierte en el programa y en los múltiples prototipos, Elon Musk es bastante optimista sobre los costos de desarrollo.
La empresa busca fabricar miles de naves para llevarlas no solo a la Luna, sino también a Marte, y usarlas para colocar las nuevas generaciones de satélites Starlink, además de en las misiones Artemis de la NASA al satélite.
Según el propio Musk, gracias a su diseño y filosofía, cuando el cohete esté completamente terminado, el precio por colocar un kilogramo de carga en órbita con la Starship será menor a 100 dólares, es decir, 20 veces menos de lo que cuesta hacerlo en un Falcon 9 de la misma compañía.
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