“A la ciencia le está costando enfrentarse a nosotros. […] La razón por la que le estamos ganando a la ciencia es que la ciencia nos saca las matemáticas, pero nosotros le decimos ‘Oye, eso es Seattle’ […] Eso es. Punto. Una imagen vale más que mil palabras”.
Mark Sargent está en la playa señalando lo que parecen ser unos edificios. Hace un momento nos ha explicado que ese es “un ejemplo perfecto y rápido”. “Los edificios que vais a lo lejos, esos de ahí, son de Seattle. No deberíamos de verlos. Debería de haber cientos de metros de curvatura entre medias. Apenas podríamos ver la parte superior”.
Esto ocurre en los primeros cinco minutos del nuevo documental de Netflix sobre el movimiento terraplanista. Os seré sincero, cuando el algoritmo de la plataforma me enseñó "La Tierra es Plana" me temí lo peor. Netflix acaba de firmar un acuerdo con la que posiblemente sea la mayor vendedora de aceite de serpiente de las últimas décadas. ¿Qué nos podíamos esperar de este documental?
Un freak show perfectamente diseñado
Un despropósito. Pese a que algunas personas han visto en el documental una apología (o defensa) del terraplanismo, lo que tenemos entre manos es simple y sencillamente un 'freak show'. Como dice Víctor López en Espinof, se trata de “un deleznable ejercicio de humillación” en que "lo que podría haber supuesto una mirada inteligente y con ánimo divulgativo a la Flat Earth Society, queda reducido a un desfile de personalidades dantescas y a una ridiculización propia de un matón armado con un smartphone en el patio del colegio".
Lo que ocurre es que es un mecanismo muy bien diseñado. No tiene una línea narrativa nítida, el documental sigue a varios famosos terraplanistas mientras realizan algunos experimentos (fallidos), exponen sus argumentos y reflexionan sobre el movimiento de la Tierra Plana. Entre medias, se intercalados conversaciones con científicos, psicólogos y comunicadores que nos hablan de la dimensión más sociológica y conspiranoica del movimiento.
Eso es interesante. Sobre todo, porque Daniel J. Clark, el director del documental, es plenamente consciente de que lo que tiene entre manos es un drama humano. Son personajes excéntricos, delirantes, aislados de la sociedad. Gente que dicen cosas como “Digamos que pierdo la fe en todo esto ¿Qué pasa entonces con mis relaciones personales? ¿Y cuál sería el beneficio para mí? ¿Me darán la bienvenida en la corriente principal? No, no les importaría para nada”.
Sin embargo, cuando uno acaba de ver la película no ha entendido mejor a esas personas. Se ha reído, se ha llevado las manos a la cabeza, se ha sentido mejor consigo mismo, pero poco más. Ha dedicado una hora y media de su vida a ver una versión fina, elaborada y perfectamente engranada de lo que hacía Javier Cárdenas en la tele española de los 90 y los primeros años de los 2000 (¡Y en las salas de cine!): humillar freaks ante una audiencia deseosa de sangre. De hecho, en algunos países, la película se ha traducido como 'Tan plana como un encefalograma'.
Pero esto ¿sirve de algo?
Pero el problema no se queda ahí. Más allá de lo cuestionable del planteamiento del documental, el otro gran problema es que no ayuda a entender lo que es realmente el terraplanismo. La película, bajo una calculada "neutralidad", se convierte en un rosario de disparates que solo ayudan a caricaturizar aún más la imagen del movimiento.
Y eso sí que es peligroso. Cualquier terraplanista medio tiene más conocimientos sobre física básica que cualquier persona normal, como vemos en 'La Tierra es plana' se toman muy en serio los intentos de refutar la esfericidad de la Tierra. No son una "banda de babeantes y bobos babuinos". Están equivocados, sí; pero, como ocurre con antivacunas y otros miembros de movimientos anticiencia, lo que no son es estúpidos.
Deformar la realidad de estos movimientos solo nos hace más difícil enfrentarnos a ellos. Porque no, no es una cuestión de información. Nyhan y Reifler (2015) demostraron que facilitar información correcta, por norma general, reduce los niveles de creencia en los mitos, pero no siempre salvo en un caso: personas que tenían ideas previas sobre el asunto.
En el caso de las vacunas, esas personas son las que tenían un alto nivel de preocupación por los efectos secundarios de las vacunas antes de recibir la información. En el caso de la Tierra Plana, como por otro lado podemos ver en el documental, suelen ser personas con tendencia a creer en conspiraciones. Las mimbres ya estaban ahí.
El asunto va más allá. Como decía Guido Corradi, "tratar a la gente de irracional habitualmente es ignorar su contexto". Porque, como también vemos en el documental, para los terraplanistas tiene sentido creer la veracidad de amigos y familia que de científicos y autoridades (Eiser, J.R., 2009). Solemos tener buenas razones para defender ideas equivocadas y obviarlo no nos lleva a ningún sitio.
'La Tierra es plana' pudo ser una oportunidad para entender bien qué impulsaba a estos personajes a jugarse toda su credibilidad, sus ahorros y su tiempo por una idea científicamente insostenible, pero prefirió quedarse con las risas. Lo problemático es que en eso Daniel J. Clark no está solo, solemos caer todos a menudo. Ver el documental es toda una invitación a reflexionar sobre ello.
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