Ciertamente la inversión que un país realiza en Ciencia y Tecnología, termina afectando directamente la calidad de vida de sus habitantes, pocas veces los encargados de hacer esto posible tienen el interés de fomentar su desarrollo.
En México la promesa que se nos había dado era que para finales del sexenio la inversión en ciencia y tecnología en el país alcanzaría el 1% del Producto Interno Bruto, pero a menos de dos años del cambio de gobierno, está inversión apenas alcanza el 0.57%.
Comparado con sexenios anteriores, la inversión en tecnología ha crecido de manera gigantesca, es decir, la inversión es 45.7% superior con relación a lo invertido entre 2007-2010 y 76.9% más respecto a los periodos de 2001-2004. Mostrándonos que hay crecimiento, pero todavía hay mucho que avanzar.
Este 2017 el presupuesto destinado al sector es de 70,513 millones de pesos, cifra que suena demasiado interesante, pero que comparada con lo invertido el año pasado muestra que “la apretada de cinturón” que el Gobierno realiza desde el año pasado si ha afectado. Ya que este 2017 se destinó un 9.3% menos que en el 2016, cuando las instituciones e investigadores contaron con 76,000 millones de pesos para realizar su trabajo.
A principios del año pasado el Dr. Enrique Cabrero Mendoza, director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, comentaba que en el país existían tres grandes retos: aumentar la inversión en investigación, lograr lazos estratégicos con socios internacionales y también promover las actividades de investigación en el país. Y hoy poco se ha hecho para lograr estos objetivos.
México genera bastante conocimiento de calidad, el reto que se plantea esta administración es reforzar los elementos para convertir este conocimiento en procesos de innovación que desemboquen en actividades más competitivas y generen un mayor bienestar social. El esfuerzo sin precedentes de aumentar la inversión en el sector, pone a la ciencia y a la innovación como los conductos para que el conocimiento genere más oportunidades para los mexicanos
Si se compara la inversión que nuestro país realiza, con respecto a Corea del Sur, el país que más invierte en sus investigadores en el mundo (con un 4% de su PIB anual), encontramos que en México el grueso de la inversión viene del Gobierno Federal. Es decir, un 70% lo aporta el gobierno y una fracción muy pequeña proviene del sector privado.
Hay investigación e ideas, lo que no hay es presupuesto
Si comparamos el 0.9% que Corea del Sur invierte en ciencia y tecnología con el 0.57% que se invierte en nuestro país, vemos que no estamos tan lejos de “alcanzar” a la superpotencia, sin embargo, hace falta que existan recursos privados que también apoyen y fomenten la investigación en México.
De hecho, ya hace algún tiempo Dimas Jiménez, investigador mexicano egresado del Instituto Politécnico Nacional, y Gabriela Gutiérrez, directora del sistema Polisalud comentaron para el diario La Jornada que, los científicos mexicanos están considerados entre los mejores del mundo, pero el 99% de sus ideas se quedan solo en el papel. Y en otros tantos casos terminan ejecutándose en otros países.
Uno de los motivos por los que ocurre esto, es la falta de presupuesto que permitan el desarrollo de la investigación, seguido de ello los bloqueos que llegan a encontrarse los investigadores al intentar registrar sus ideas.
Por ejemplo, en el diario Expansión se menciona, entre otras historias, el proyeco de un mexicano que creo “lluvia solida”, al lograr encapsular agua de lluvia para mantener los campos de riego a más bajo costo.
Idea que para la comunidad científica y diversos medios de comunicación el proyecto era todo un éxito, pero cuando fue presentado a la Comisión Nacional del Agua y a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, su creador Sergio Rico, se enfrento a la palabra “no hay presupuesto” y a bloqueos porque su idea “no contaba con las certificaciones requeridas”.
Al final, el proyecto fue comprado por empresas de origen ruso. Porque aunque existen los programas de apoyo en México, a veces estos son manejados a través de procesos complejos e ineficientes. Y cuando un proyecto puede entrar en estos sistemas, quienes deberían apoyarlos piensan primero en el retorno de inversión.
Sin embargo, no todo es noticia mala, ya que según el último índice de complejidad económica de la Universidad de Harvard que realizó en el 2014 y que mide el potencial económico que ocupa un país, México se encuentra en el lugar 20 de 128 naciones.
Por lo tanto, aunque la inversión cada año siga creciendo para que los investigadores realicen sus actividades y siga existiendo potencial de crecimiento en el sector de investigación, solo hace falta un espacio que facilite el desarrollo de las ideas que los investigadores plantean.
Que se permita innovar y fracasar a los investigadores mexicanos (Al igual que a los emprendedores del país), pero que los apoyos existan, con está confianza en ellos posiblemente la inversión extrajera y privada llegue al país y permita que los recursos existan. Por que si no, todas las ideas quedarán como las decenas de casos e ideas que hemos documentado, que suenan revolucionarías, ganan premios en el extranjero, pero de ahí no pasan.
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