En Xataka México era un día normal. Como cualquier otro viernes de la temporada hacía calor, y pasaban todas esas cosas bonitas de la primavera, desde la inundación de jacarandas moradas, hasta las tormentas ciclones que llegan sin previo aviso.
Pero en la cabeza incesante de El Coordinador, un plan malévolo tomaba forma. Dispuesto a enemistar colaboradores de trabajo y romper para siempre lo que pudo haber sido una bonita amistad, hablaría frente a todo el equipo de redacción de uno de los macro dilemas más trascendentales de la historia moderna de la tecnología: ¿Realmente vale la pena comprar un smartphone de gama alta?
Por el título de esta publicación, usted sabrá cuál es mi postura. En la otra esquina del cuadrilátero, (perdón, en otro post de este H. sitio), encontrará las opiniones rivales (perdón, contrarias).
No son pocas las preocupaciones que me llegan a la cabeza a la hora de contemplar un equipo de gama alta, pero para acotar esta publicación trataré de dejar afuera aquellas poco racionales e ilógicas que retumban en mi cabeza que pertenecen a la categoría de preocupaciones que una tía me diría, al estilo de:
¿Y si se me cae saliendo de aquí? ¿Y si me llega con daños y ya no puedo regresarlo? ¿Y si se me descompone al mes de utilizarlo y no me aceptan la garantía? ¿Y si un día solo deja de reaccionar? ¿Y si me quiero comprar otro a los seis meses? ¿Y si me lo roban?
¿Más de 16 mil pesos en un teléfono? No, gracias.
Todo el tema en realidad versa en el fondo sobre la relación precio-calidad, y por tanto, depende de qué es lo que consideremos como "valioso" en un teléfono.
En otras palabras, si para un usuario es invaluable encontrar la calidad de fotografía que tiene un Pixel 2 XL o un Huawei P20 Pro, nadie puede decirle cuánto debería pagar o no por la cámara que considere como ideal. Por tanto, las reflexiones presentes no tienen como afán desestimar que hay un mercado consolidado allá afuera para la gama alta. Solo son las razones, de por qué yo no estoy dentro de él.
El argumento más inmediato y el más socorrido (con todo sentido) para evitar los teléfonos de gama alta, es que simplemente son demasiado caros. La aseveración está lejos de ser un gran descubrimiento. Hoy en día un teléfono como el Huawei Mate 10 Pro el Xperia XZ1, o el Galaxy S9 son incosteables para la gran mayoría. Ya ni hablemos del iPhone X de 256 GB, el más caro actualmente en el ecosistema de smartphones en México que alcanza el tenebroso precio de 26 mil pesos.
Con el mismo dinero uno podría comprar:
1 Lenovo Explorer (8,499 pesos), 1 Oculus Go (200 dólares) y 1 HMD Odyssey (499 dólares). Casi nos alcanza para añadir un Star Wars Jedi Challenges (5,999 pesos).
1 PS4 Pro estándar edition con precio de 8,500 pesos en Amazon, 1 Nintendo Switch, cuyo precio actual oscila en los 7,300 pesos y 1 Xbox One S de 1 TB localizable en 6,400 pesos. También nos sobra para una nieve.
O bien, mi favorita:
- Cinco teléfonos G5 Plus
Los precios de la gama alta en México
En el mejor de los casos, hacerse con un Xperia XZ1 equivale a 181 veces el salario mínimo, considerando que al momento de escribir esto el salario mínimo equivale a 88.36 pesos y que el precio del XZ1 asciende a 16 mil pesos.
Punto y aparte cuando consideramos al iPhone X de 256 GB, para el que necesitaríamos 305 salarios mínimos, es decir, 1 año dos meses de tiempo laboral activo. La estimación desde luego implica el ahorrar de todas las formas posibles. Adiós esos lujos como el gas, el agua, o comer.
Pero no seamos tan extremistas. Recurrir al salario mínimo puede parecer transparente, aunque en realidad es algo tramposo. Hagamos el ejercicio con el promedio de sueldos en México.
Solo 6.1 por ciento de la población ocupada en México gana más de 12 mil pesos al mes, de acuerdo con el INEGI, y solo 1.7 por ciento recibe más de 20 mil pesos.
¿Gastar en un equipo la misma cantidad de dinero que se gana en un mes de trabajo?
Si tan poca gente gana tanto para comprar un smartphone de gama alta sin problemas, ¿por qué México sigue siendo un gran mercado para las firmas internacionales de tecnología?
El precio de vivir en México
Para nada ayuda que los productos tecnológicos adquieren un sobreprecio indignante cuando aterrizan en suelo nacional.
Un smartphone puede costar 20 por ciento más en México, tal y como es el caso en el iPhone X, cuyo precio en la tienda de Apple en Estados Unidos es de 1,149 dólares, lo que al tipo de cambio nos vendría dando cerca de 22 mil pesos.
4 mil pesos más, solo, por vivir en México. Tan solo con la diferencia me alcanza para un Redmi Note 4.
Solo por poner otro ejemplo, el Galaxy S9+ de 64 GB tuvo un precio de lanzamiento en Estados Unidos de 840 dólares, lo que al tipo de cambio son cerca de 16 mil pesos. En México su precio oficial fue de 20,999 pesos; eso es, cinco mil pesos más.
¿Qué tanto provecho le sacamos a un gama alta?
Bien me dirá un defensor de la gama alta que el hecho de que no sea costeable para todos, no demerita su valor, pues si no todo lo caro es mejor, tampoco lo mejor tiene que ser lo más asequible. Pero, ¿el costo extra vale las prestaciones añadidas que un teléfono gama alta respecto a un gama media? Es más, ¿en realidad necesitamos las prestaciones añadidas de un gama alta?
Según un estudio de The Competitive Intelligence Unit, cerca del 89 por ciento de personas con internet en México lo usan principalmente para WhatsApp.
Aquí no puedo más que hablar de mi experiencia de uso. Me considero un usuario algo pesado para el smartphone. Por supuesto que lo uso para checar Twitter, Instagram y WhatsApp, pero no hay día que no descargue alguna aplicación nueva, muchas de las cuales se quedan a vivir por algún tiempo en mi equipo.
Al momento de escribir esto el teléfono que uso como principal es un Mi A1 y tiene cerca de 200 apps instaladas; en ningún momento he sufrido un lag considerable que afecte mi experiencia de uso o un reinicio abrupto que me haya detenido en seco. La respuesta está en que procesadores por demás decentes ya pueden ser encontrados en la gama media, Snapdragon 625, 630, Kirin 659 y Mediatek 6757 son solo algunos de los nombres que saltan, cuya relación consumo energético-performance no es nada mala.
De hecho, no es nueva la conversación que hace énfasis en que los mejores procesadores revelados al día de hoy, presentan mejoras en rendimiento que solo podrían ser detectadas por usuarios muy avanzados, mientras que en la experiencia de día a día, los chips enlistados son suficientes para la mayoría de los usos.
Algo similar ocurre con la batería. Las capacidades en las baterías es tan dispar que si nos pusieran a adivinar qué teléfono es de gama media y alta tan solo por su capacidad energética,no siempre podríamos adivinar. La prueba está en el recién llegado a México Huawei Y9 versión 2018 que cuenta con 4,000 mAh, muy lejos de los 2,700 mAh del XZ1.
¿Y si de cámaras hablamos? Bueno, sería ingenuo suponer que aquí las diferencias no pueden ser abismales. En efecto lo son, nada cerca está la cámara del S9+ de la del HTC 11 Life. Pero no hay que olvidar que la brecha no ha estado haciendo más que recortarse conforme pasan los años.
Ahí está de ejemplo el doble sensor, la tendencia que en 2017 consolidó su arribo a la gama media, en donde teléfonos como el Huawei P10 Selfie, el Mi A1 y el Moto X4 no tienen ningún empacho en adoptarle sin presunción, con una gama respetable de opciones tanto en hardware como en software, y desde luego, el tema de todo esto, a precios asequibles.
Finalmente, uno de las mayores ventajas de conseguir un gama alta era la garantía de más actualizaciones de software respecto a los hermanos menores, lo que supone una mayor expectativa de vida del móvil. Una vez más, la gama media ha pisado el acelerador a fondo acortando la distancia entre gamas, sobre todo si abordamos aquellos que han pactado un conveniente trato con Google, llevando a cuestas, pero sin pesar, Android One.
Si uno quiere un equipo con el mayor tiempo posible de vigencia en software, es tiempo en el que ya no está obligado a desembolsar estratosféricas cantidades de dinero. Ahora uno puede elegir por modelos de gama media que hayan renunciado a sus propias capas de personalización y optado por tener un Android puro, ganando además de vida útil, fluidez.
Todo es cuestión de perspectiva
Después de toda esta palabrería, a estas alturas el mayor beneficio que puedo relacionar con tener un smartphone de gama alta, es aquel que se recibe de tener un equipo con prestaciones únicas, y que por tanto pueden ser tremendamente aprovechadas por usuarios muy específicos.
Alguien que necesite tomar nota todo el tiempo quizás le venga bien un Note 8 así como un fotógrafo amante de la foto digital puede que se embelese sin remedio con los tres sensores traseros del P20 Pro. Se trata de usuarios que por motivos muy específicos, podrían exprimir hasta el último peso gastado en su smartphone, que por esos costos y esas funcionalidades, bien son más que un simple teléfono, una inversión.
Concluyendo, como decía al inicio, las razones por las que alguien opta por uno u otro equipo, o gastar 2 mil, 10 mil o 20 mil pesos son personalísimas y no quiero atentar contra ellas.
Habiendo dicho eso... ¡¿Un movil de 26 mil pesos?! Quizás solo no haya respuesta absoluta al dilema.
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