Mientras más estamos inmersos en la tecnología, más conectados nos sentimos con nuestras redes sociales y más importantes por recibir cientos de correos o mensajes, también más nos deshumanizamos.
Mi labor como docente en licenciatura me ha llevado a darme cuenta de que rara vez los alumnos se concentran en el contenido de la clase por estar más pendientes de actualizar sus redes sociales, o mirar el último video que se ha vuelto viral.
Pero esto evidentemente no se reduce al entorno de las aulas, y además no soy inmune. Son las 4 de la tarde, hace aproximadamente dos horas que empecé a idear lo que quería escribir, empecé a buscar información, y no, no es que me haya documentado extensamente, es que entre el whatsapp, el Facebook, el Twitter y una que otra interacción cara a cara se me fue el tiempo.
Me produce honda tristeza darme cuenta que como decía hace algunos años a mis alumnos de ciencias de la comunicación: "Cuando encendemos la televisión, se apaga la comunicación", pero ahora no es la televisión quien nos enmudece, sino el teléfono celular que cargamos a todos sitios y sin el cual nos sentimos "desnudos" para enfrentarnos al mundo.
No me lo tomen a mal, yo también dependo de la tecnología para trabajar, incluso en alguna ocasión al olvidar mi laptop, he optado por impartir la clase desde mi teléfono gracias a que almaceno mi información en la nube.
Pero me pregunto si acaso no nos estamos "deshumanizando" en aras de una mayor "tecnologización" de nuestras vidas.
Ante estas evidencias se ponen de manifiesto algunas tendencias de lo más "chic" en ciudades como Nueva York donde lo de hoy es buscar tiempo para mantenerse "desconectado" privilegiando las relaciones cara a cara.
Imagínate llegar a tu casa y depositar tu teléfono en algún sitio donde no lo escuches ni lo veas hasta la mañana siguiente. ¡Qué pesadilla! dirán algunos,¡Qué locura! dirán otros, pero la verdad es que algunas personas lo están haciendo, y están privilegiando la hora de la cena, que es tan sagrada para los vecinos del norte como para nosotros la comida.
A mí me pasa en algunas ocasiones que me despierto por la madrugada para ir a "aliviar una necesidad menor" y cuando regreso a la cama, lo primero que hago es tomar el teléfono, no me queda muy claro qué carambas hago revisando el Twitter o el Facebook a esas horas, no es algo sensato ni cuerdo, sin embargo lo hago, y estoy segura que muchos de ustedes también pierden valiosas horas de sueño por dedicarle tiempo a nuestro omnipresente compañero el smartphone.
Por lo pronto hago una propuesta y la aplico a mí misma: el día de hoy en mis interacciones con otras personas, procuraré no estar pendiente de esa pequeña pantalla que me acompaña 24/7; le prestaré atención, sí, pero sólo cuando eso no perturbe mi interacción con "el mundo real". Y voy más allá, jugaré al "phone stack" con mi amiga que me acompañará a tomar un café por la noche, así quien primero vea la pantalla, tendrá que pagar la cuenta.
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