Tres de los cinco récords actuales masculinos de velocidad en ciclismo fueron hechos en Velódromo Bicentenario, la pista que se encuentra en Aguascalientes México. El de 200 metros contrarreloj fue hecho el 6 de diciembre de 2011 en la Copa del Mundo, un día más tarde el mismo francés, Francois Pervis logró el récord de 1 Kilómetro contrarreloj.
Dos años más tarde, también en la copa mundial, el equipo aleman logró el récord de 'Velocidad por Equipos' a nivel mundial en el mismo circuito.
Para el ciclismo femenil las marcas no distan mucho de su símil varonil: En 2010 la estadounidense Sarah Hammer logró el mejor tiempo mundial en Persecución Individual de 3 kilómetros, marca imbatible hasta el día de hoy. Para 2013 la alemana Kristina Vogel hizo lo propio en 200 metros contrarreloj y para 2016 la mexicana Jessica Salazar consiguió el récord para 500 metros contrarreloj.
Todos ellos en la misma pista. La explicación a las métricas tan curiosas no solo pasan por el buen acondicionamiento de la pista, sino por las características especiales de humedad, temperatura y altura de la ciudad.
La densidad del aire
Aguascalientes es un compendio de características favorables para el ciclismo, lo que ha ubicado a la ciudad como un referente claro a nivel mundial para ciclistas profesionales. Entender cómo se llegó ahí, pasa por entender algunos principios físicos primero.
Los ciclistas mejor preparados además de entrenar la capacidad de sus músculos, la resistencia de su cuerpo y contar con el mejor equipo, están conscientes de que las condiciones medioambientales juegan un papel nada menor en su desempeño en la pista. En especial, el principal indicador que buscan es una baja densidad de aire.
La mayor densidad de aire está a nivel del mar, en donde el estándar es de 1.225 kilogramos por metro cúbico. Entre más altura, menor densidad de aire se experimenta, de manera que los ciclistas tienen una menor fuerza sobre ellos y la misma energía que utilizan al pedalear se traduce en más distancia. El Velódromo de Aguascalientes está a 2,230 metros por encima del nivel del mar, lo que hace que la densidad del aire caiga a 0.975 kilogramos por metro cúbico.
Menor fuerza constante sobre el conductor asegura desde luego una mejor aerodinámica. Sin embargo además de la altura, la temperatura también tiene un impacto directo sobre la densidad en el aire. Entre más temperatura se tenga, la densidad de aire es menor, debido esencialmente a que el aire se expande con facilidad cuando hace calor. Afortunadamente Aguascalientes no es una ciudad fría, y si a ello se le suma que el Velódromo cuenta con calefacción especial, los aspectos de altitud y temperatura cumplen sin problema.
Finalmente está la humedad, que también tiene repercusión directa sobre la densidad del aire. Contrario a lo que suele pensarse, entre más humedad haya en el ambiente, el aire es menos denso. Esto es porque el vapor de agua reemplaza al aire convencional, que está conformado principalmente por nitrógeno. Siendo que el vapor de agua se conforma por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, su masa molecular es de masa molar de 18 kg/mol, sin duda más liviano que el aire que se compone por dos átomos de nitrógeno, lo que resulta en una masa molar de 28 kg/mol.
El resultado está en que entre más húmedo sea el ambiente, un ciclista puede con la misma cantidad de energía recorrer más distancia.
Si bien humedad, temperatura y altura en sus parámetros ideales hacen que la energía que utiliza un ciclista se convierta en más distancia recorrida, al final el conjunto de una alta temperatura, una altura elevada y una humedad mayor, repercute en en un desgaste físico para el ciclista, pérdidas que no tendría de contar con características medioambientales no ideales.
El ciclista experimentado solo puede sacar provecho de las condiciones medioambientales favorables con una amplia preparación de su cuerpo a ellas. Más calor, más humedad, y más altura, a cambio de más desgaste, pero más distancia recorrida. Pero aquí hay truco: no siempre mayor altura se traduce en mejores velocidades.
Precisamente por el desgaste físico que produce la elevada altura y las demás condiciones que acompañan, es que a muy elevadas alturas, las velocidades vuelven a caer. Un estudio publicado en el European Journal of Applied Physiology lo comprueba así luego de comparar dos modelos matemáticos en donde se toman en cuenta las mismas condiciones medioambientales, salvo la altitud, y contrastando los resultados de un velódromo de Bolivia (3,400 metros sobre el nivel del mar) contra los del Velódromo Bicentenario (2,300 metros sobre el nivel del mar), los resultados del primero son inferiores a los que se conseguirían en México.
Fuera de las condiciones ambientales, las pistas de madera son ideales para ganar más tracción, y eventualmente, mayores velocidades. El Velódromo Bicentenario cuenta con un piso de madera inflada a prueba de viento de origen italiano.
El Velódromo Bicentenario ha sido sede de dos Track Cycling World Cup y en él han corrido ciclistas de más de 36 países.
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