"¿QUÉ ESTOY VIENDO?"
Fue lo primero que pensé a los dos minutos de comenzar a ver 'México 2000' (1983). Por muy sorprendido que pudiera estar por la osadía de la película (y de Chucho Salinas, creador de la historia), no podría imaginar los nuevos niveles de singularidad que alcanzaría la producción.
'México 2000' es una reliquia. Igual de estrafalaria como hilarante, tan boba como aguda, y aventurera, como poco en el cine nacional.
La historia comienza en la década de los 80 con una reunión entre dioses. Frustrados por la devastación del hombre al planeta y las precarias condiciones de vida, deciden poner a votación la destrucción de la tierra, al más puro estilo del diluvio del antiguo testamento. Y entonces entra Héctor Lechuga.
Enfundado en un traje de dios azteca, les habla a los dioses de las bondades del ser humano, y en específico, de las particularidades del mexicano. Que si resiliente, que si con corazón, que si bueno; al final termina por convencer al resto de perdonarle la vida a los humanos por unos años más, hasta que llegue el siglo XXI.
Flashforward, nos encontramos con la familia Pérez, una típica familia en México del año 2000, en un lugar en el que "idílico" es poca cosa.
Nos topamos con un México intelectual, responsable, ordenado y, por más soso que sea, un lugar en donde los niños no tienen ni idea de qué significan las palabras "mentir" y "corrupción". Es más, en cierto momento alguno ve en la televisión a alguien con un cigarro y tiene que preguntar que era esa actividad a la que le llamaban "fumar".
- ¿Es un mago? ¿Está comiendo lumbre?
- No, está fumando
- Uy, qué tarados
(Que ni les digan que significa FOBAPROA).
En el México del 2000 no se sabe qué es la infamia ni la ignominia. Gobernantes europeos vienen a estudiar el sistema político mexicano, pues no pueden creer la potencia mundial en la que se ha convertido México en menos de dos décadas; los estadounidenses se cruzan de mojados por el río Bravo para cumplir con el sueño mexicano; el país es autosuficiente alimentariamente, y ya nadie dice el "¿sabes quién es mi papá?".
Pero cuando la película realmente me sobrepasó y no pude más que estallar una carcajada fue cuando, en la sala de la familia Pérez, padre y madre intercambian las siguientes líneas:
- ¿Quieres que te deje para el gasto?
- No, todavía me alcanza de los 100 pesos que me diste el mes pasado.
A 17 años del 2000, ¿dónde estamos?
La película fue estrenada en 1983. Es decir, el año 2000 está tan lejano al estreno de la cinta, como nosotros al año 2000.
Moraleja uno: Ya no estamos jovenes.
Moraleja dos: Nuestro presente es mucho menos optimista del que pensaban Chucho Salinas y Héctor Lechuga.
Nosotros los Pobres (1948) no es una película de ciencia ficción, que es como es descrita en la película. No solo el término pobreza nos sigue siendo conocido, sino que ahora casi uno de cada dos mexicanos padece condiciones de pobreza, de acuerdo a cifras del CONVEVAL, y 9.5 millones de personas en el país viven en extrema pobreza.
Por supuesto los gringos siguen sin cruzar la frontera en busca de las mejores condiciones de trabajo. La campaña de odio de Trump ha generado todo tipo de reacciones; eso sí, no todas desfavorables, pues algunas algunas empresas tecnológicas se han interesado en expandir sus operaciones a suelo nacional.
Menos aún México está cerca de ser autosuficiente alimentariamente. Aunque el país es uno de los principales productores agropecuarios a nivel mundial, el 60 por ciento de lo que importamos es maíz, soya, trigo y leche.
Y desde luego, nadie dice las siguientes líneas que sí se dicen en 'México 2000':
- La selección de México le gano a la de Brasil, cuatro goles por cero
- Uy, siempre ganamos.
Lo que pudieran parecer inocentadas, no lo son para nada. Chucho Salinas fue un reconocido satirizador de la vida política y social del país. La autocrítica siempre estuvo presente en la obra del guionista, escritor y actor que falleció en el 2001, a tiempo para ver que -tristemente- su visión no se hacía realidad.
Pero y entonces, ¿'México 2000' para qué?
Chucho Salinas percibió en la ciencia ficción, muchas más oportunidades que la de solo intercambiar catorrazos con momias, extraterrestres y mujeres en lencería. No estaba entre sus planes el ahora tan socorrido recurso de la ciencia ficción que son los futuros distópicos, (sin demérito de las cintas que lo usan, pues algunas hacen crítica social y de la tenaz), sino que optó por una receta mucho más difícil de popularizar: la ciencia ficción a modo de sátira social con un futuro optimista como telón de fondo.
Porque el cine de ciencia ficción atiborrado del glow del (espectacular) J.J. Abrams y la gandilocuencia del (espantoso) Michael Bay, tiene, como cualquier otro género del séptimo arte, el potencial para adentrarse en la cabeza de la gente, y sacudirnos las ideas que damos como hechos.
Si la sátira social es capaz de implantarnos las dudas adecuadas sobre nuestros órdenes sociales y políticos a través de la comedia, y el cine de ciencia ficción fue concebido por George Méliès como fuente de cualquier realidad de pudiéramos imaginar, y usado contemporáneamente como herramienta para el análisis del alcance de los avances tecnológicos, tenemos un combro breaker productor de autocrítica social, mecanismo de reflexión y eficaz fuente de entretenimiento.
¿Y la ciencia ficción en el cine nacional?
El cine de ciencia ficción no la ha tenido fácil en nuestro país. Si la cinematografía en general tiene conflictos cuando se trata de su producción, financiamiento y recepción, la situación se vuelve especialmente complicada cuando se habla de un género que históricamente se ha tratado como "menor".
Como prueba, la época dorada del género está a décadas de distancia con el surrealismo de las películas de El Santo, en donde a tiro por cabeza se enfrentaba con una nueva especie de enemigos, algunos, inevitablemente, importados casi en copia del cine estadounidense.
Más recientemente, los intentos más llamativos por revivir a la ciencia ficción están más ligados con el terror y la fantasía, como con la (olvidable) KM 31 (2007), mientras que otras ideas no pasan de las aulas deL CCC o del CUEC, como El Anquilosaurio (2016) y Casa Desierta (2012).
Si al tema le añadimos los recortes en cine nacional para el 2017, en donde la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) tuvo un recorte del 77 por ciento, el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) un 17 por ciento, los Estudios Churubusco un 41 por ciento, y el Festival Internacional de Cine de Morelia un 38 por ciento, entonces es más fácil comprender por qué día a día se vuelve más improbable ver una película del corte de 'México 2000'.
Por ahora, no tenemos más que esperar para ver cómo queda parado el cine nacional ante los nuevos recortes del Presupuesto de Egresos de la Federación del 2018, y mientras tanto, saborear 'México 2000', disponible en varias partes en YouTube aunque con fallas de origen, obstáculo menor por supuesto, en tiempos de internet (que por cierto Chucho Salinas no alcanzó a preveer).
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