Como bien sabemos, la ciudad de México se yergue sobre antiguos asentamientos prehispánicos, la zona de Tlalpan no es la excepción, ya que recientemente en los terrenos de la Universidad Pontificia de México, investigadores del INAH se han topado con un entierro bastante peculiar.
Resulta que han encontrado los restos de 10 personas de distintas edades desde adultos, adultos jóvenes, un niño de entre 3-5 años de edad y uno más de algunos meses de vida. Todas las osamentas forman una espiral, sus huesos se encontraban entrelazados,lo que sugiere que todos ellos fueron enterrados en el mismo momento.
Éste hallazgo es el primero de su tipo del periodo Preclásico en la Cuenca de México. La ubicación es bastante razonable, pues el centro de Tlalpan era antaño una loma a la ribera de Xochimilco, con clima de bosque templado, agua dulce, árboles ideales para la construcción y un suelo fértil que permitía cultivar el alimento.
La arqueóloga Jimena Rivera puede ayudar a ampliar, gracias a este entierro, el conocimiento acerca de la aldea de Tlalpan, ocupada durante 500 años, entre el 700 y el 200 aC. Es contemporánea de Cuicuilco cuando comenzaba a crecer y volverse un sitio importante en la región.
Lo que más destaca en esta área de Tlalpan son las más de 20 fosas troncocónicas, con la boca más estrecha que el fondo, que están hechas con circunferencias perfectas que van desde el metro con veinte centímetros, hasta los dos metros treinta, y que fueron utilizadas como sitios de almacenamiento, depósitos o tumbas.
El acomodo de los cuerpos hallados en el entierro, sugiere un aspecto ritual, los colocaron directamente sobre la tierra, enlazaron los cuerpos para que los huesos del brazo de un individuo quedaran colocadas bajo las vértebras lumbares del otro. En voz de Lucía López Mejía otra de las antropólogas que participa en este hallazgo:
“Tenemos diferentes deposiciones anatómicas: ventral flexionado, hiperflexionados con los miembros inferiores doblados hacia la pelvis, decúbito dorsal con los miembros hacia el abdomen, y un decúbito ventral extendido. Los cuerpos fueron enterrados ‘interactuando’ entre ellos, por eso hablamos de un mismo evento”
Los cuerpos se encontraron junto con una ofrenda consistente en cajetes, cuencos, ollas y tecomates, también algunos de estos antiguos aldeanos se fueron al Mictlán con esferas cerámicas y piedras en las manos.
Ahora mismo el salvamento es complicado pues hay una gran humedad en el área, lo cual la vuelve frágil, por lo tanto los trabajos de limpieza han de hacerse con sumo cuidado, brochas suaves, palillos y peras de succión.
Aún hay mucha información por descubrir acerca de este entierro, sin embargo, es innegable que la aldea de Tlalpan confirma su posición como un asentamiento en el periodo Formativo de la Cuenca de México.
Imágenes | INAH
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