Y se dio el peor de los resultados para México y el mundo, más no así para una mayoría de estadounidenses; ganó Donald Trump, y contra la mayoría de todos los pronósticos. Recuerdo como al inicio de la difusión de primeros resultados The New York Times daba un 84% posibilidades de ganar a Hillary.
Para las 9pm, hora de la Ciudad de México, la estupenda herramienta tecnológica de pronóstico diseñada por el medio estadounidense decía 73% de posibilidades de triunfo, pero para Trump. A esa hora ya todo había quedado decidido aun y cuando no se había declarado ello. Bajo este nuevo entorno todos los sectores se verán impactados; político, social, económico y tecnológico ¿el nivel de impacto? Imposible saberlo. Prepárense desde ya para la nueva realidad.
El sorprendente triunfo de Trump se hablará por años, tal como se habló y se seguirá hablando del Brexit. El malestar de la gente con la clase política tradicional y con el entorno que le rodea es muy profundo. Lo peor es que los políticos hacen poco para modificar la realidad.
Ahora toca el turno de poner en marcha el plan B que nadie quería voltear a ver. Para algunos será más doloroso aplicarlo que para otros. En ese grupo esta México y sobra explicar las razones de ello (muro, renegociación de TLC, incertidumbre, etc.).
El triunfo de Trump nos toma en este momento de nuestra historia demasiado debilitados; un Presidente ampliamente impopular (aunque ahora dirán inteligente por haber invitado a Trump), corrupción rampante, impunidad por doquier, políticos desconectados, petróleo barato, economía mundial estancada, entre otros.
Aparte de la tremenda incertidumbre que habrá a nivel mundial en el corto plazo, en México viviremos ello pero potencializado y algo todavía más profundo; desesperanza rodeada de un impacto económico severo, aunque no creo mayor al que vivimos en las crisis de los 80s y 90s, al menos que tomemos pésimas decisiones. Veremos.
Lo que esperaría es que el plan B que ponga en marcha el gobierno federal y la clase política mexicana incluya acciones que conlleven a cambiar radicalmente el estado de las cosas; combatir en serio la impunidad o desbloquear cientos (quizá miles) de órdenes de aprehensión en contra de políticos corruptos que hoy se acumulan en escritorios de los titulares de PGR y Procuraduarías Estatales, de modo que todo ello genere confianza entre los mexicanos sobre las instituciones.
También espero que entre tales acciones se incluya el modificar reglas inútiles que entorpecen la vida democrática (bloqueo de candidaturas independientes), que retrasan el desarrollo de las empresas existentes y bloquean el nacimiento de nuevas. Añado acciones que de una vez por todas refuercen la seguridad que todos necesitamos para realizar nuestra vida personal y profesional.
En pocas palabras, hacer lo que hasta ahora no hemos hecho como país para fortalecernos dado que el ambiente externo será extremadamente complicado.
Y sí, en tecnología también nos impactará pero nos puede salvar
Tengo fe en que la tecnología ayudará (y mucho) a contrarrestar cualquier intento de Trump de alejarse de los valores democráticos que caracterizan a EE.UU. De entrada un buen número de los titanes de la industria tecnológica son simpatizantes demócratas, que por cierto han dado dura batalla a un Presidente demócrata por la privacidad de los datos que circulan en Internet. Esa postura se reforzará ante el presidente electo Trump.
La tecnología se ha convertido en una muy poderosa arma que acompaña los deseos de libertad y el respeto de los derechos humanos alrededor del mundo. En el país líder en ella, no será la excepción. Pero ciertamente también se ha convertido en un instrumento que llega a generar incluso miedo, debido principalmente a los hackeos. La buena noticia es que estos no se generan en EE.UU., sí no en otros países como China y Rusia.
Aterrizando el tema a nuestro país, el primer impacto será en los precios debido a una mayor devaluación del peso (especialistas calculan pudiese llegar hasta los 24 pesos por dólar). Se encarecerán electródomésticos, electrónicos, computadoras y, obviamente, smartphones. Otro impacto será la posible disminución de inversión estadounidense en la industria tecnológica, concentrada mayormente en Guadalajara, Ciudad de México y Monterrey.
Las startups mexicanas (y del mundo igualmente) verán disminuidas las posibles fuentes de financiamiento, al menos mientras las aguas se asienten. Hay dos opciones; buscar recursos en otros países o bien hacer más con menos. La lógica indica la segunda opción es la más viable.
Pero aun teniendo éxito, el entorno comercial será deprimido. Los consumidores no se sentirán confiados en gastar y eso nos lleva a la temporada navideña 2016 en la que empresas tecnológicas le apuestan fuerte ¿será la peor de los 10, 20 o 30 últimos años?.
Aunque lo dudo es posible que la inversión en investigación y desarrollo tecnológico también tome una pausa, retrasando la innovación en sectores como autos eléctricos, energía sustentable, biotecnológicos, nanotecnología, baterías, por citar algunos. Todo pues será impactado de una u otra forma.
Concluyo señalando que el entorno es a mi parecer oscuro e incierto, más no de fatalidad, para la inmensa mayoría de empresas y sectores. La tecnología no se escapa. Así que acostumbrémonos a la nueva realidad y hagamos lo necesario para triunfar en ella. La tecnología puede ayudar tal como nos ha ayudado desde que el hombre la inventó.
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