En 1561, una carta firmada por la Corona otorgó a la Universidad de Cambridge un poder sin precedentes: arrestar y encarcelar a cualquier mujer considerada "sospechosa de maldad". Según The Guardian, esta ley estuvo en vigor durante casi 350 años y permitió el encarcelamiento de más de 5,000 mujeres, la mayoría de ellas jóvenes trabajadoras. Las víctimas no cometieron crímenes reales ni violaron la ley nacional; su único "delito" era caminar en compañía de estudiantes universitarios al anochecer.
Las detenidas eran enviadas a la Spinning House, la prisión privada de la universidad, y condenadas a semanas de reclusión sin juicio justo. El rector tenía la autoridad de dictar sentencias basándose únicamente en el testimonio de los funcionarios universitarios, conocidos como "bulldogs". Ahora, se hace un llamado a que la universidad haga un reconocimiento histórico de estos hechos y que pida disculpas.
Caroline Biggs, historiadora y autora del libro The Spinning House: How Cambridge University closed women in its private prison, denuncia que este sistema fue diseñado para mantener el control sobre las mujeres de Cambridge y proteger a los estudiantes de posibles "tentaciones":
"A la universidad no le importaba cómo las trataban. Querían que las sacaran de la calle para que no pudieran tentar a los estudiantes universitarios"
A pesar de la gravedad de los abusos cometidos, la Universidad de Cambridge no ha emitido una disculpa oficial ni reconocido públicamente este momento histórico. Según The Guardian, Caroline Biggs propuso que la universidad colabore con la ciudad para erigir una placa conmemorativa en honor a las víctimas y organizar una exposición pública sobre los acontecimientos.
"Me gustaría que la universidad reconociera que actuaron mal"
La vida en la Spinning House: frío, hambre y abuso de poder
The Guardian informó que las condiciones dentro de la Spinning House eran inhumanas. Las celdas eran frías y húmedas, con ventanas rotas y camas mojadas. Biggs documentó en el mencionado libro, que el castigo corporal era una práctica habitual. Registros históricos muestran que en 1748 el rector pagó para que diez mujeres fueran azotadas por el pregonero local.
Un caso particularmente trágico fue el de Elizabeth Howe, una joven de 17 años que murió en 1846 tras pasar una noche en una celda con condiciones deplorables. Según HuffPost, su único “crimen” fue caminar cerca de un burdel en compañía de una amiga.
En 1825, la institución obtuvo su propia fuerza policial para patrullar las calles y arrestar a mujeres consideradas “amenazas” para los estudiantes. Este cuerpo trabajaba en conjunto con funcionarios universitarios llamados "proctores", que tenían amplia discrecionalidad para realizar detenciones.
Biggs señaló que muchas de las mujeres encarceladas eran adolescentes que buscaban sobrevivir en condiciones económicas difíciles. Durante el siglo XIX, la pobreza empujaba a algunas a recurrir al trabajo sexual, especialmente en una ciudad donde los catedráticos no podían casarse y los estudiantes tenían recursos para gastar:
"Los padres se preocuparon mucho de que sus hijos vinieran a Cambridge y se contagiaran de las mujeres locales"
La caída de la Spinning House y el fin de un sistema de opresión
El sistema comenzó a terminarse a finales del siglo XIX, cuando el caso de Daisy Hopkins, una joven de 17 años arrestada por “caminar con un estudiante universitario”, atrajo la atención nacional. Según The Guardian, su detención fue declarada ilegal tras una apelación en los Tribunales Reales de Justicia, lo que estableció un precedente clave de habeas corpus que se sigue citando hoy.
La indignación pública que siguió llevó al Parlamento a intervenir en 1894 y se revocó la carta de 1561 y eliminó el poder de la universidad para encarcelar a mujeres. Ese mismo año, la Spinning House fue cerrada y, poco después, demolida.
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