El 19 de septiembre sin duda es una fecha que pocos podrán olvidar, primero por el sismo que se vivió en 1985 que fue un antes y un después en México, 32 años después en el mismo día un sismo de 7.1 grados sacudió a nuestro país. Ya pasaron más de seis meses del evento que colapsó más de 40 edificios en Ciudad de México, inclusive la ciudad se hundió 25 centímetros después del terremoto.
Xyoili Pérez, profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México y Diego Melgar, profesor asistente de Geofísica en la Universidad de Oregon publicaron un artículo en Geophysical Research Letters donde exponen algunos descubrimientos después de estudiar qué sucedió en la tierra con el sismo del 19 de septiembre.
Los sismos de flexión
El sismo de 2017, llamado de Puebla-Morelos fue distinto al del 85 y en general a la mayoría de los sismos grandes que ocurren en México, normalmente este tipo de sismos ocurren frente a las costas del Pacífico mexicano donde chocan dos placas tectónicas. La diferencia radica en que el sismo no ocurrió en la costa, fue directamente en la tierra, en el estado de Puebla a solamente 100 kilómetros al sur de Ciudad de México. Desde 1920 solamente se han reportado cinco sismos con características similares en México.
La forma en la que suceden los grandes sismos es cuando dos placas tectónicas chocan, deslizándose una bajo la otra. En el caso del de septiembre la diferencia fue que se produjo por debajo de la placa continental de Cocos, provocando que la misma placa se haya roto. Los expertos lo comparan con un pedazo de madera que en un inicio se flexiona, pero después de hacer la suficiente fuerza se rompe de una manera violenta.
Por ello se les llama sismos de flexión, al doblarse y romperse una parte de la placa, crean ondas sísmicas que emanan desde la ruptura y producen lo que se conoce como el sacudir del terreno, mientras más cerca se encuentre alguien de la zona, más fuerte será la sacudida. Normalmente este tipo de sismos no tienen magnitudes tan grandes a comparación de los que pasan frente a la costa del país.
La placa subducida que se encuentra debajo de la parte central del país tiene el potencial para crear sismos de flexión desde Michoacán, hasta Oaxaca. Cuando analizaron el doblez de la placa encontraron otro elemento clave para considerar, la textura de la placa. Al ver imágenes en alta resolución del fondo marino frente a las costas del Pacífico, descubrieron que se encuentra organizado de una manera particular.
Debajo de miles de metros de agua se puede observar cientos de valles y crestas que son parte de la textura de la placa a lo largo del país, la cual se creó hace aproximadamente 8 millones de años, cuando se formaron las rocas, la clave de todo es que la textura que forman los valles y crestas se encuentran orientados de manera casi uniforme, similar al grano de la madera, provocando que existan menos posibilidades de que se rompa la placa cuando el doblez es perpendicular al grano.
¿Se podría vivir otro en un futuro?
El estudio beneficia directamente a ciudades como Morelia, donde los cálculos indican que la textura es casi perpendicular al doblez. Caso contrario con Puebla y Oaxaca donde la textura de la placa y la dirección del doblez empalman casi perfecta, con una diferencia menor de diez grados, dejando la posibilidad de que el doblez provoque grandes sismos.
La zona del doblez más cercana a Ciudad de México se encuentra con una orientación de entre 20 y 30 grados, se menciona la posibilidad de tener otro sismo similar, pero más cerca, en las proximidades de Cuernavaca a solo 50 kilómetros del extremo sur de Ciudad de México.
Reiteran que hasta el momento los sismólogos de todo el mundo se encuentran lejos de poder predecir con certeza dónde y cómo será el próximo terremoto, pero creen que con los resultados de la investigación se tengan más datos para comprenderlos mejor y que todos los mexicanos puedan entender qué sucede en la tierra.
Imagen | Santiago Arau
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