¿Es o no es engaño? Un like a una chica en biki en Instagram, seguir a una ex-novia en X o dar corazones a videos sugerentes en TikTok. Esas son algunas de las experiencias de caso que han desatado preguntas entre millenials de qué es correcto, especialmente en relaciones donde las aplicaciones son omnipresentes y no hay antecedente de otras épocas con parejas que tienen celular en mano permanentemente.
Tatum Hunter, reportera de The Washington Post ha detectado una tendencia a la alza. Les asigna el nombre de "microengaños" a las prácticas digitales en donde una de las dos partes en una pareja monógama tradicional se siente traicionada por la actividad en redes del otro. Su investigación es elocuente: el problema no es, en realidad, el microengaño.
Hunter parte de algunas bases. Qué es microengaño y qué no depende de cada relación. Las reglas las define cada pareja y no son generales y aplican para todos, especialmente cuando se trata de terreno tan nuevo como redes sociales masivas. Pero hay, ciertamente, generalidades que deben ser inviolables en la era de internet. Algunas son la privacidad y el derecho a no ser espiado.
El problema es que lo que son considerados microengaños dan pie, en muchas ocasiones, a vigilancia indebida. Hunter encontró perfiles de TikTok dedicados a consejos sobre cómo espiar el celular de una pareja y aunque algunos son inofensivos, otros rayan en la investigación detectivesca.
El miedo al microengaño
El negocio de encontrar microengaños no para de crecer. Hunter también encontró una investigadora que dedica su carrera a encontrar microengaños o engaños más convencionales en línea. La línea de la sospecha y la investigación indebida es muy difícil de distinguir rápidamente y eso se debe en parte a que hay millenials que exigen contraseñas de sus parejas, quieren datos de ubicación en tiempo real y tienen acceso a dispositivos como el Apple AirTag que, a propósito, su uso para seguimiento ha forzado a Apple y Google a elaborar una alianza nunca antes vista para que celulares detecten vigilancia indebida.
En México, desafortunadamente, esos casos no son ajenos. Según datos de Avast, citados por El Universal, uno de cada cinco mexicanos conoce la contraseña de su ex. El dato más duro es el siguiente: 64% de las personas que dijeron conocer la contraseña de otra persona admitieron que se trataba de la de su pareja.
Otro número, ahora de Kaspersky, indica que 51% de los mexicanos sabe la contraseña de los dispositivos móviles de su pareja. Compartir contraseñas de esa manera "impide tener hábitos digitales seguros y nos expone a dejar al descubierto información personal que podría ser mal utilizada", dijo la investigadora de seguridad del Equipo Global de Investigación y Análisis de Kaspersky, Isabel Manjarrez, en una declaración retomada por Informador.
No es que las parejas que exigen contraseñas para corroborar microengaños estén pensando en las mejores prácticas de ciberseguridad, pero tampoco lo hacen quienes dan sus accesos. El resultado: algunos casos de violencia digital tan graves que escalan a exigencias de capturas de pantalla, aprobación de mensajes y hasta sextorsión. Hunter encontró casos así que escalaron hasta tribunales.
Puedes leer el texto completo de Tatum Hunter en The Washington Post, aunque una suscripción puede ser necesaria.
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