La contaminación del agua no está ni cerca de ser un problema exclusivamente actual. Los mayas tuvieron su propio episodio de contaminación de recursos, y, en particular, uno de impacto severo que los obligó a abandonar una ciudad.
Tikal fue, en su momento, uno de los puntos de encuentro más famosos y poderosos de toda la civilización maya, pero, misteriosamente, la ciudad quedó abandonada para mediados del siglo IX, sin que hasta el momento se tenga una razón clara del porqué.
Un nuevo estudio publicado en 'Nature' aporta una pieza del rompecabezas. Lo que se sabía era que para entonces Tikal experimentaba las consecuencias de una explosión demográfica, así como una sequía constante. Ahora sabemos que los mayas también habían envenenado sus depósitos de agua para entonces.
El agua envenenada
13 investigadores de las universidades de Cincinnati y Minnesota hicieron análisis moleculares en muestras tomadas en investigaciones de campo en Tikal en 2009 y 2010. En búsqueda de la razón por la que la potencia maya quedó deshabitada en solo cuestión de años, hicieron pruebas de seriación cerámica, aceleración de espectroscopía de masas y radiocarbono sobre 35 muestras, y la conclusión innegable es que el agua estaba lejos de poder ser considerada como inocua.
Altos niveles de mercurio fueron encontrados en las muestras provenientes de cuatro depósitos que utilizaba la ciudad. Sucede que Tikal no tiene depósitos naturales de agua en la periferia, de forma que durante temporada seca, su fuente de agua era la recolección que la ciudad hacía durante tiempo de lluvia. Pero los depósitos artificiales fueron contaminados por los mismos mayas, de los que se sabe, eran asiduos al cinabrio, un compuesto de color rojo que utilizaban en su forma de polvo para decorar edificios y en rituales de la ciudad.
Pero el cinabrio es un mineral tóxico. Esencialmente es sulfuro de mercurio y se compone solo en un 15% por azufre; el resto es mercurio.
Por si fuera poco, la versión líquida del sulfuro de mercurio ha sido encontrado en vasijas que se utilizaban con fines ceremoniales, e incluso en algunas tumbas. El cinabrio se encontró en el epicentro de la ciudad, y hay rastros de haberse utilizado en dos centros para el juego de pelota, dos palacios y cuatro templos.
Otra fuente potencial para el ingreso del cinabrio a la ciudad está en las erupciones volcánicas, pero el estudio matiza en que si esta fuera la única fuente, el mercurio tendría una distribución más aleatoria en todos los depósitos de la ciudad.
El mercurio no era el único contaminante
Aunque es muy probable que haya sido el de mayor peligro biológico, el mercurio no es el único contaminante encontrado en las aguas de la ciudad de Tikal. Desperdicios de comida provenientes de las cocinas que alimentaban a los residentes de élite de la Acrópolis Central se tiraban a las orillas de la reserva de agua del palacio.
El hallazo fue encontrado en forma de fosfato, compuesto que revela desperdicios de comida y contaminación fecal. Los investigadores suponen que dada la cercanía de los desperdicios orgánicos con los depósitos artificiales de agua, solo hicieron falta las corrientes provocadas por las lluvias para que producir la indeseable combinación.
El análisis en búsqueda de fosfato refuerza la hipótesis, pues la reserva central, más alejada de las cocinas de la Acrópolis, tienen lecturas menores de fosfato.
Y finalmente, están las cinanobacterias. También reconocidas como algas verdes y azules, comenzaron a aparecer en los depósitos de agua, principalmente en los dos más importantes. Hay muchos tipos de cianobacterias, pero las encontradas en los depósitos, la planktothrix y microcystis son conocidas por producir toxinas que pueden provocar deterioro de salud incluso en bajas concentraciones, y que, peor aún, se resisten a desaparecer incluso en agua hervida.
La hipótesis de los investigadores es que la contaminación del agua probada en el estudio, sumada a la explosión demográfica, pudo contribuir a una desestabilidad social y política en la ciudad, previo a su desaparición. No ayuda que la contaminación parece provenir de palacios y las reservas de los templos, de forma que las familias quedaron a merced del mercurio que consumían en cada alimento.
Lo irónico es que, aunque en Tikal dependían de los depósitos artificiales de agua hechos por la ciudad, en realidad ahora sabemos que hay agua bajo Tikal, a aproximadamente 200 metros de la superficie. Tikal, víctima de su propio tiempo, no contó con la tecnología ni para sustraer el agua bajo la ciudad, ni para discernir entre compuestos tóxicos de los no tóxicos, ni para conocer la composición química del agua, ni para estudiar los efectos de la sequía de la época.
A poco más de 1,000 años, la ciencia nos ha dado todas esas herramientas para usarlas y no repetir la historia de Tikal.
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