Si alguien quiere hacer estudio de sismos, necesita también conocer de historia. Pero el problema en México es que el registro preciso de sismos se remonta a hace poco más de un siglo.
Conforme nos acercamos al encuentro de los dos mundos se desvanecen los registros certeros que tenemos de movimientos telúricos, y ese es un problema. Investigadores de la UNAM están tomando una ruta alterna para conocer más de los sismos en México: estudiar códices, desentrañar relatos antiguos, y analizar a detalle glifos prehispánicos, para saber cómo y dónde ocurrieron los sismos, incluso antes de la llegada de los españoles.
Gerado Suárez es el investigador del Instituto de Geofísica que está a cargo del ambicioso proyecto que está recolectando y analizando material del gobierno del México colonial. En esos documentos ya hay algunos registros de movimientos sísmicos, lo que es fundamental para ampliar el conocimiento que se tiene sobre ellos, cuanto más en una zona de alta sismicidad como lo es el centro y sur del país.
Pero a la vez también se analizan documentos como códices, crónicas y glifos prehispánicos. En conferencia, el investigador Suárez precisó que se utiliza la escala de Mercalli, para inferir la magnitud del sismo. La escala de Mercalli es una escala cualitativa por la que se determina la cantidad de daños producidos por un sismo.
No es como la escala de magnitud o de Richter, cuya evaluación sí es cuantitativa y se centra en medir la energía sísmica liberada en un evento. Desde luego, hacer eso a posteriori es imposible, pero los investigadores todavía pueden analizar los documentos para saber cómo fue percibido el impacto de un sismo, solo que para llegar a ello deben de sortear una serie de dificultades propias de trabajar con documentos de más de 500 años de antigüedad.
Los espacios que ya no existen
Los investigadores liderados por Suárez están haciendo mapas para saber exactamente de dónde provino cada evento. El problema es que en reportes coloniales y documentos más antiguos, hay zonas y regiones que tienen nombres que ya no tienen en la actualidad. La solución, nada sencilla, pasa por hacer una investigación documental sobre los nombres que tuvieron varias regiones del centro y sur del país, para luego entender correctamente los documentos antiguos.
También está el asunto de los glifos. El doctor Suárez explica que hay representaciones gráficas prehispánicas que pueden interpretarse para saber si hubo sismos. Los glifos eran representaciones pictóricas que ancestros hacían sobre eventos de relevancia, como el observar un cometa, o una erupción volcánica.
Todo el trabajo que resulta de la investigación se puede consultar en la plataforma Sismos Históricos de la UNAM. El acceso es gratuito y ahí se puede encontrar que sismo más antiguo del que se tiene información corresponde a uno en el año 1,469. Sobre él hay pocos detalles, pero es posible encontrar datos de georeferencia y hasta magnitud estimada en sismos del siglo XVI.
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