Durante nuestro proceso evolutivo, los seres humanos experimentamos una serie de cambios drásticos. Un ejemplo es la pérdida de la cola, que no solo transformó nuestra anatomía, sino que tuvo consecuencias como embarazos más largos y partos complejos. Sin embargo, actualmente la humanidad no parece experimentar ningún cambio. ¿Es que acaso hemos dejado de evolucionar?
Vivimos una época en la que los avances tecnológicos parecen haber tomado el papel de los motores evolutivos, transformando nuestra vida cotidiana de maneras que para nuestros ancestros resultarían inimaginables. La medicina incrementa nuestra esperanza de vida, los medios de transporte han eliminado fronteras y el internet nos ha ayudado a facilitar mucho nuestra vida. ¿Entonces por qué los humanos no evolucionamos al ritmo de la tecnología?
La clave está en el aislamiento
Se suele pensar que las herramientas modernas pueden influir directamente en nuestra biología, pero la realidad es que los procesos evolutivos no funcionan de esa manera. Por ejemplo, existen hipótesis que relacionan la invención de la ropa con la pérdida de pelo corporal en los humanos. El problema es que esto es difícil de probar sin evidencia fósil concluyente. Los científicos apuntan a que la selección natural favoreció la pérdida de pelo en los humanos, pues eso les permitía seguir cazando bajo el sol abrasador.
Si bien los avances tecnológicos han facilitado nuestras vidas, los principales motores de la evolución que conocemos hoy están profundamente ligados a factores como el aislamiento. Según Sean B. Carroll, biólogo experto en desarrollo evolutivo, el aislamiento geográfico fue crucial para la pérdida de diversidad genética en nuestros ancestros, un elemento que permite a los factores evolutivos ejercer una mayor influencia en una población.
Los homínidos que abandonaron África, los hobbits de Flores, y los pinzones que Darwin estudió en las Galápagos son ejemplos de cómo el aislamiento ha moldeado la evolución. Sin embargo, gracias a la conectividad global de la que gozamos gracias a la tecnología, ese aislamiento es prácticamente inexistente. La mezcla genética entre humanos de diferentes partes del mundo ha incrementado nuestra diversidad, reduciendo drásticamente la probabilidad de que surjan mutaciones que definan una nueva etapa evolutiva.
¿Hemos detenido la evolución?
Responder si hemos dejado de evolucionar es más complicado de lo que parece. La evolución no es un proceso rápido y raramente se observan cambios significativos en una especie de un día para otro. Lo que sí es evidente es que las condiciones fundamentales para la evolución de nuestra especie en el pasado han cambiado drásticamente gracias a la tecnología.
Esto no significa que la evolución haya terminado. Los avances tecnológicos podrían crear nuevas presiones selectivas. Por ejemplo, ¿cómo podrían influir una vida sedentaria, la exposición constante a pantallas y monitores o incluso los cambios en la dieta moderna? Son preguntas que la ciencia aún se plantea.
Si bien los factores tradicionales de la evolución como el aislamiento ya no son tan relevantes hoy en día, los seres humanos seguimos en pleno proceso de adaptación, lo cual mantiene girando el motor evolutivo de nuestra especie. Sin embargo, ahora las reglas en nuestro proceso evolutivo las rige la tecnología y aún no ha pasado el tiempo suficiente para observar los caminos por los que nos llevará.
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