Por décadas subieron a este rascacielos de Nueva York sin saber que los tornillos que lo sujetaban no aguantaban

Ismael Garcia Delgado

Editor Jr

Comunicólogo y Periodista por la UNAM. Redactor, locutor, guionista y creador de contenido. Apasionado por la música ochentera, el cine de acción/sci-fi, series dramáticas y la literatura hispana. Fiel defensor del séptimo arte mexicano.

Las grandes urbes suelen identificarse por la presencia de rascacielos, colosos arquitectónicos que cubren el paisaje. Por las propias necesidades de su uso, idealmente tienen que estar muy bien planificados y estructurados, y decimos "idealmente" ya que en Nueva York, durante décadas, uno de estos edificios tuvo un fallo crítico en su interior.

Conocido actualmente como 601 Lexington Avenue, el icónico edificio Citigroup de 59 pisos ubicado en el corazón de Manhattan, destaca por sus impresionantes columnas situadas en el centro de cada uno de sus cuatro lados. Miles de personas subieron y bajaron durante años en su interior, pero fue una estudiante quien, al hacer una pregunta sobre la estabilidad del edificio, puso en jaque su planificación.

La historia comienza a principios del siglo XX, cuando la iglesia luterana de San Pedro estaba en la Calle 53, en Midtown Manhattan. En 1960, enfrentaron problemas económicos y ésta tuvo que vender su terreno. Las negociaciones para un nuevo espacio fueron complicadas extendiéndose por años, ya que la institución exigía un edificio separado para sus actividades.

Finalmente, en 1973 se aprobó el proyecto. Citibank encargó el diseño del rascacielos a Hugh Stubbins & Associates, con William LeMessurier a cargo de la ingeniería. El proyecto incluía un rascacielos de 46 plantas, una nueva iglesia, un espacio público subterráneo y paisajismo. Como punto clave de su distinción, se encontraría su fachada de aluminio pulido y anodizado con hileras de ventanas, aunque el diseño del tejado y la base era lo más complejo.

Culminada en 1977, el proyecto destacó por su impresionantes 279 metros de altura y una cima inclinada a 45 grados que le dio forma de triángulo isósceles. En un inicio se planeó construir terrazas y apartamentos, pero los arquitectos optaron por instalar grandes paneles solares. Tras pruebas realizadas por LeMessurier, se rechazó la idea de la planta solar debido a que la energía generada resultó insuficiente.

Una base hecha de pilares

Como se mencionó al principio, lo destacable de esta obra fue aquella base única. Los grandes "zancos" que, según LeMessurier, hicieron que el séptimo rascacielos más alto del mundo pareciera flotar. El diseño incluyó cuatro enormes pilares de 34 metros en medio de cada lado y una columna más delgada en el centro que contenía los bancos de los ascensores, al tiempo que proporcionó estabilidad.

Esto permitió incorporar una iglesia en la esquina noroeste. Además fue excepcionalmente "ligero" con solo 25,000 toneladas, en comparación con las 60,000 del Empire State Building. La distribución del peso ideada por LeMessurier se basó en un esqueleto exterior.

Formado por una rejilla de marcos triangulares oculta tras la fachada, aunque visible desde el interior, estos marcos no fueron completamente soldados, sino fijados con juntas atornilladas, y estaban diseñados para resistir vientos perpendiculares. Por que sí, se tuvieron que considerar las ráfagas de aire aunque no necesariamente todas ya que las normativas municipales no lo requerían.

Los vientos llegaron... y los primeros cuestionamientos también

El Citigroup Center incorporó un innovador amortiguador de masa sintonizado (TDM) en sus pisos superiores, que consistía en una esfera de hormigón de 360 toneladas sumergida en aceite. Este dispositivo oscilaba en dirección opuesta a las inclinaciones del edificio provocadas por el viento o las vibraciones del suelo, y su movimiento se ajustaba mediante brazos hidráulicos. Esta tecnología era esencial para mantener el equilibrio del rascacielos.

Una vez finalizado, el Citigroup Center recibió elogios, pero también surgieron preocupaciones sobre su resistencia a vientos fuertes. Solo un año después de su inauguración en 1977, Diane Hartley, una estudiante de ingeniería de Princeton que había investigado el rascacielos para su tesis, se puso en contacto con LeMessurier para plantearle dudas sobre la estabilidad del diseño, específicamente sobre la estructura inclinada y la ubicación de las columnas de apoyo.

Hartley realizó cálculos sobre la carga de viento del edificio y los comparó con los de LeMessurier, así descubrió errores en los datos de los ingenieros. Al solicitar cálculos específicos para diferentes tipos de viento, solo recibió garantías de que la estructura era sólida. Sin embargo, poco después, Lee DeCarolis, un estudiante de arquitectura del Instituto Tecnológico de Nueva Jersey, contactó a LeMessurier y lo convenció de realizar un nuevo cálculo, lo que llevó a un descubrimiento preocupante.

Plan y ejecución

LeMessurier veló por un cambio en el diseño del Citicorp realizado durante la construcción: en lugar de soldar las juntas como se había previsto, se aseguraron con pernos. Aunque este método puede ser aceptable en algunos casos, el diseño del edificio era vulnerable a los vientos diagonales, lo que hizo que los resultados de sus cálculos fueran alarmantes. Finalmente, el arquitecto cayó en cuenta que los tornillos podrían no soportar tales cargas.

Tras consultar a otros especialistas, se le confirmó que de haber ráfagas de viento superiores a 100 kilómetros por hora, podrían romper los pernos que sostienen las bases del edificio. Entonces los trabajadores comenzaron con las reparaciones nocturnas para evitar una catástrofe, mientras la vida continuaba "normal" en el rascacielos. LeMessurier planeó reforzar las 200 juntas atornilladas al soldar placas de acero de 5,1 cm para cubrir los pernos, y se realizó un monitoreo constante de las columnas y la estructura para evitar cualquier fallo.

La ciudad de Manhattan tuvo un plan de emergencia en caso de colapso, aunque nunca se hizo público para evitar el pánico. El refuerzo se completó a finales de 1978, un año después de identificar el problema, pero la historia permaneció en silencio hasta que un artículo del New Yorker en 1995 reveló el fallo estructural del rascacielos. Salió a la luz un episodio que permaneció oculto durante casi dos décadas.

Aunque ningún involucrado en el proyecto recibió un tipo de sanción, ahora sabemos que la curiosidad de una estudiante fue lo que, probablemente, evitó una catástrofe para la gran manzana.

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