Creo que hablo por muchas niñas y niños cuando digo que en algún momento de mi vida soñé con ser astronauta. Ver el planeta desde la órbita, despegar desde un cohete espacial, decir "Houston tenemos un problema", era solo parte de una gran aventura imaginaria. Sin embargo, las misiones espaciales casi nunca salen como se planean y en ocasiones son más una desventura.
A Sergei Krikalev, le tocó pasarla mal por casi un año cuando, tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su regreso a la Tierra fue pospuesto. De iniciar una misión de solo cinco meses, pasó 311 días en el espacio y cuando regresó, era técnicamente "el último soviético".
El 18 de mayo de 1991, Sergei Krikalev ascendió a la estación espacial Mir como parte de la tripulación de la misión Soyuz TM-12, junto a Anatoly Artsebarsky y Helen Sharman (la primera persona británica en ir al espacio). Krikalev y Artsebarski, como fieles herederos de Yuri Gagarin, completaron el ritual que el primer humano en el espacio definió: orinar, con el traje espacial puesto, en la llanta derecha del transporte que los llevaría.
Quizás eso justifica un poco que la Mir fuese un lugar pequeño, cerrado y con un particular aroma a humano combinado con coñac, según la describen quienes la tripularon. Sin embargo, para Krikalev eso no era problema y en palabras de Sharman “él siempre decía que se sentía como en casa”.
Colapso económico
En medio del colapso económico de la URSS, tras un intento de golpe de estado contra Mijail Gorbachov y el inicio de la perestroika que intentaba llevar al país de un sistema socialista a uno de capitalismo de estado (algo así como China), Krikalev y la tripulación esperaban más o menos pacientes, a poder regresar a casa.
Dentro de Mir, Krikalev sabía lo que estaba pasando ya que tenía llamadas con su esposa, Elena, quien trabajaba dentro del control de la misión. Mientras estuvo en Mir, comentó que la razón principal de su retraso era clara: el dinero.
“El principal argumento es el económico, ya que no ir por mí les ayuda a guardar dinero. Dijeron que sería difícil para mí, nada bueno para mi salud. Pero en este momento el país pasa por una situación difícil, la oportunidad salvar algo de dinero es prioridad.”
El último soviético
La disolución de la nación provocó que Krikalev se convirtiera en un astronauta sin nacionalidad. Tenía asignada como zona de aterrizaje parte del Centro Espacial de Baijonur, ubicado en Kazajistán, país que recién encontraría la independencia y lugar de donde se habían lanzado al espacio al primer satélite (Sputnik), el primer ser vivo (Laika) y el primer humano (Yuri Gagarin). Pero el dinero se había agotado con las protestas y revueltas que dieron el tiro de gracia a la URSS.
Pero, finalmente, el 25 de marzo de 1992, Krikalev aterrizó en Kazajistán. Era la última persona soviética que no estaba en la Tierra cuando fue derrumbada la URSS. Pudo volver a respirar aire terrestre tras más de 300 días en órbita, donde le dio la vuelta al planeta unas cinco mil ocasiones.
Krikalev amasó un total de 803 días 9 horas y 39 minutos en el espacio si se suman todas las misiones en las que participó. Siguió trabajando en temas espaciales, tras la disolución soviética, en colaboración con la NASA. Actualmente tiene 65 años.
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