La creencia popular es que el Sol es una gran bola de fuego, y que no debería existir al no haber oxígeno en el espacio con el cual se queme. Nada más lejos de la realidad, pues no quema material, como un trozo de madera, sino que en su interior ocurre un proceso conocido como fusión nuclear.
Es decir, al ser una bola de gas muy grande, dice la NASA, el Sol se termina pareciendo más a una bomba de hidrógeno gigante, que a una especie de fogata enorme.
Explicando conceptos
Aclararemos algunos términos. De acuerdo con Christopher S. Baird, profesor de Física en la Universidad West Texas, en una combustión de carbono estándar se da una reacción química en la que un material que contiene carbono, como la madera, el carbón o los combustibles fósiles, reacciona con el oxígeno del aire. Esto produce, entre otras cosas, dióxido de carbono y energía en forma de calor y luz, que se percibe visiblemente como fuego.
Bajo esta premisa, tan pronto como una reacción de carbono se queda sin oxígeno, se detiene la combustión.
Por otro lado, en una fusión nuclear, los protones chocan contra otros protones con tanta fuerza, dice la NASA, que "se pegan", liberando energía en el proceso. Este tipo de reacción no requiere ni oxígeno ni ningún otro material que se consuma.
Únicamente se necesita suficiente presión o calor para ir "apretando" los núcleos de los átomos hasta que formen un solo núcleo. En la Tierra, esto se puede lograr con reactores de fusión nuclear, pero en el espacio se consigue de otra forma: con las estrellas.
Las estrellas cuentan con intensas presiones y temperaturas proporcionadas por la gravedad, pues tienen una masa tan grande que la misma gravedad aplasta la estrella hacia adentro, provocando así la fusión nuclear y liberando inmensas cantidades de energía que experimentamos como luz solar.
Esta misma energía liberada por la fusión también sirve para que la reacción se mantenga. En el caso del Sol, al calentarse tanto por este proceso, produce el mismo efecto que un metal que brilla al calentarlo.
Entendiendo el proceso del Sol
Pasemos ahora a datos concretos del Sol. Esta bola de gas, en número de átomos, está compuesta por un 91.0% de hidrógeno y un 8.9% de helio, mientras que en su masa tiene aproximadamente un 70.6% de hidrógeno y un 27.4% de helio. Dicho en forma simple, el astro tiene más átomos de hidrógeno, pero el helio tiene un mayor peso.
Su masa se mantiene unida por la atracción gravitacional, produciendo una inmensa presión y temperatura en su núcleo, que alcanza unos 15 millones de grados Celsius, permitiéndole mantener la fusión termonuclear.
En el caso del Sol, los átomos de hidrógeno se fusionan para producir helio, y esta energía producida en su núcleo genera todo el calor y la luz que emite, sin llegar a generar llamas.
Esto también significa para nosotros en la Tierra que el calor que percibimos no es en realidad energía térmica del Sol, sino el resultado de la radiación solar que éste emite, la cual interactúa con las partículas de nuestro planeta.
Los cambios en el Sol
El Sol no se comporta de la misma forma a lo largo de toda su existencia. Cuenta con fases en su ciclo solar, donde aproximadamente cada 11 años, sus polos geográficos cambian de polaridad magnética.
Durante esta etapa, tanto la fotosfera, la cromosfera, y la corona del Sol sufren alteraciones, pasando de una calma tradicional a periodos violentamente activos, conocidos como "máximo solar", en los que ocurren tormentas solares, con manchas, erupciones y eyecciones de masa coronal.
Estos fenómenos, explica la NASA, pueden liberar enormes cantidades de energía y partículas que, en algunos casos, pueden llegar a la Tierra, afectando satélites, redes eléctricas y, en casos excepcionales, producir auroras boreales fuera de las regiones en las que normalmente se esperarían.
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