Tras casi 45 años funcionando, la NASA ha decidido comenzar el apagado de las sondas Voyager, mismas que fueron lanzadas en 1977 y se han convertido en los objetos creados por el hombre que más lejos han llegado, alcanzando el espacio interestelar.
Según recoge Scientific American, se planeaba que ambas sondas, lanzadas el mismo año, duraran solamente cuatro años en funcionamiento. Sin embargo, hasta ahora continúan enviado datos a la Tierra gracias a su equipamiento, de sorprendentemente apenas 69 kilobytes de memoria, siendo capaces de ejecutar 11 mil instrucciones por segundo, lo que Linda Spilker, científica planetaria del Jet Propulsion Lab comparó con ser menos de la que lleva el llavero que abre la puerta de un auto.
El apartado técnico de las sondas
Las Voyager 1 y 2 tienen exactamente las mismas especificaciones y cuentan con tres ordenadores: Sistema de Comando de Ordenador (CCS), Sistema de Control de Actitud y Articulación (AACS) y Sistema de Datos de Vuelo (FDS).
El Sistema de Comando de Ordenadores el que controla el suministro de energía, manejando las funciones principales de la sonda y administrando la temperatura para que los componentes sigan trabajando correctamente. Maneja los instrumentos que deben encenderse o apagarse, las comunicaciones y un sistema de detección de fallos, así como procedimientos ante fallos para que la sonda continúe funcionando.
El Sistema de Control de Actitud y Articulación se encarga de mantener su antena apuntando a la Tierra para evitar interrupción en las comunicaciones y que se debe ajustar cada que se realiza un cambio en la trayectoria, mismo que a mediados de mayo se informó estaba fallando, haciendo que la Voyager 1 "perdiera" su ubicación en el espacio.
El último es el Sistema de Datos de Vuelo, con los que las sondas pueden manejar sus datos usando circuitos CMOS, de baja potencia, rápidos y con la capacidad de soportar una amplia gama de voltajes. Este apartado es capaz de ejecutar 80 mil órdenes por segundo y manejar 11 instrumentos, imágenes científicas y datos de ingeniería.
Los datos por otro lado son recopilados por instrumentos de las naves espaciales, almacenándose en grabadoras de cinta de ocho pistas, mismos que luego se envían a la Tierra mediante su transmisor y para compensar la debilidad en la potencia, es que ambas Voyager equipan antenas parabólicas de 3.6 metros de ancho para enviar y recibir señales.
Las impresionantes fotos de su viaje
Durante estos 45 años que han estado transmitiendo información a la Tierra, las sondas han logrado captar imágenes de los planetas por los cuales han pasado en este tiempo.
Por ejemplo, en 1979 la Voyager 1 tomó además de mediciones científicas, más de 19,000 fotografías de Júpiter, logrando generar incluso un time lapse de su acercamiento al planeta durante más de 60 días.
Además también tomaron otras imágenes del planeta con bandas brillantes que ya superaban las realizadas desde la Tierra. Por su parte la Voyager 2 siguió el relevo a finales de abril de 1979, tomando más de 33 mil fotografías hasta el mes de agosto de ese año, captando también sus cinco satélites principales.
Entre 1980 y 1981 las sondas llegaron a su encuentro con Saturno, con una diferencia entre ellas de nueve meses, acercamientos que proporcionaron datos de alta resolución muy diferentes a las observaciones realizadas a partir de estudios desde la Tierra.
Para 1996, la Voyager 2 voló cerca de Urano, acercándose a 81,800 kilómetros de sus nubes el 24 de enero, transmitiendo imágenes y datos científicos sobre el planeta, sus lunas, anillos, atmósfera, así como interior y entorno magnético que lo rodea.
Para verano de 1989, la Voyager 2 se convirtió en la primer nave espacial en observar Neptuno, su objetivo planetario final, y pasando a 4,950 kilómetros de su polo norte, para luego dirigirse a Tritón, una de sus lunas más grandes, de la que estuvo a unos 40,000 kilómetros de distancia.
En 1990, la Voyager 1 tomó el primer "retrato" del Sistema Solar, adquiriendo 16 fotogramas para un mosaico del sol, a una distancia de más de 6,000 millones de kilómetros del astro, donde se podía apreciar la Tierra, aunque era simplemente un punto de luz azul pálido, menor que el tamaño de un elemento de imagen y ocupando solamente 0.12 pixeles de tamaño.
El eventual fin de las sondas
A pesar de todavía seguir activas, la NASA ya está contemplando eventualmente apagarlas en la década de 2030, por lo que al menos llegarán a los 50 años de servicio, según adelanta el artículo de Scientific American.
Ambas naves utilizan un dispositivo que convierte el calor de la descomposición radioactiva del plutonio en electricidad y como con el paso de los años ha habido una disminución en la potencia de salida, la NASA ha tenido que decidir que elementos se mantienen se mantienen activos. En el caso de la Voyager 1 solo cuatro instrumentos siguen en funcionamiento, mientras que en la 2 cinco lo hacen.
Por lo pronto hace tres años se decidió apagar el calentador del detector de rayos cósmicos, un sensor crucial para determinar el tránsito de la heliopausa, y en lugar de que el instrumento dejara de funcionar al caer su temperatura entre 60 y 70 °C, todavía siguió funcionando.
De momento se tiene claro cuáles serán los últimos dos instrumentos en dejar de funcionar, el magnetómetro y el instrumento científico de plasma, pues están dentro del cuerpo de la nave y se calientan por el calor de las computadoras, mientras que otros están suspendidos en el brazo de fibra de vidrio de 13 metros de largo.
A pesar de que eventualmente estén apagados, su viaje continuará: en unos 16,700 años la Voyager 1 alcanzará la estrella vecina más cercana, Próxima Centauri, mientras que 3,600 años después la seguirá la Voyager 2.
Ambas naves estarán girando alrededor de la galaxia durante millones de años con sus mensajes a bordo: dos discos hechos de cobre, recubiertos de oro y sellados en una cubierta de aluminio, donde se encuentran imágenes y sonidos destinados a dar una idea de la Tierra, con cuadros de niños, delfines, bailarinas, sonidos de insectos, lluvia y 90 minutos de música, como el Concierto de Brandeburgo n.° 2 de Bach y “Johnny B. Goode” de Chuck Berry.
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