Hace más de 50 años, un grupo de científicos propuso una hipótesis sobre la existencia de un tenue campo de energía alrededor del planeta. Este planteamiento prometía revolucionar la comprensión de las dinámicas que afectan a las capas superiores de la atmósfera.
Recientemente, un equipo de investigadores confirmó la existencia de este campo de energía, denominado "campo ambipolar". Este campo eléctrico genera un intenso viento de partículas en los polos, dirigiéndolas desde la atmósfera hacia el espacio exterior.
El campo ambipolar se suma a los otros dos ya conocidos: el gravitatorio y el magnético del planeta. Este nuevo campo también ha sido descrito como el "tercer campo" de la Tierra, y se considera fundamental para la vida al interactuar con los dos primeros, al grado de ser calificado como "un agente del caos".
Glyn Collinson, miembro del equipo responsable del hallazgo, afirmó que "cualquier planeta con una atmósfera debería tener un campo ambipolar". Además, destacó que, ahora que finalmente se ha medido, es posible comenzar a entender cómo ha influido en la evolución de nuestro planeta y otros cuerpos celestes a lo largo del tiempo.
El concepto y su origen
El origen de esta historia se remonta a 1968, durante los primeros años de la exploración espacial. En aquel entonces, las tripulaciones observaron un viento supersónico de partículas que escapaban al espacio. Los expertos teorizaron que un campo oculto impulsaba estas partículas, lo que llevó a plantear la existencia del campo ambipolar.
Este campo sería el responsable de la expansión de la atmósfera en los polos. Aunque es un campo débil, tiene la capacidad de "vencer" la fuerza gravitatoria, que aceleraba los iones de hidrógeno hasta velocidades supersónicas para luego expulsarlos al espacio exterior.
Además, el campo ambipolar puede elevar iones más pesados, como el oxígeno, lo que intensifica la expansión de la atmósfera en los polos más allá de lo que la gravedad podría permitir.
Para estudiar este campo, se utilizó la misión Endurance, lanzada en mayo de 2022 desde el archipiélago noruego de Svalbard. La misión incluyó un pequeño cohete suborbital que alcanzó una altura de 768 kilómetros en un trayecto de 19 minutos, antes de impactar en el mar de Groenlandia.
A una altitud de aproximadamente 518 kilómetros, los instrumentos de la misión detectaron un pequeño diferencial eléctrico de alrededor de 0.55 voltios. Aunque esta cifra es comparable al voltaje de una pila de reloj, fue suficiente para confirmar la existencia del viento solar. Los resultados del experimento fueron publicados en la revista Nature.
La promesa de investigación
Pese a los avances logrados, los investigadores admiten que aún falta mucho por descubrir sobre este campo. Por el momento, los científicos solo pueden especular sobre cómo esta fuerza pudo moldear la atmósfera, los océanos e incluso la vida en la Tierra.
En el futuro, se planean nuevos análisis para profundizar en la comprensión de este tercer campo y su relevancia para el planeta. Entre sus particularidades destaca su capacidad para contrarrestar la gravedad y permanecer inadvertido desde las naves espaciales en órbita.
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