Es falso que haya una fecha definitiva para el Día Cero en México, aunque es verdad que algunos investigadores se han aventurado a hacer estimaciones. Las fechas son de lo más diversas y algunos escenarios, los más apocalípticos, aseguran que estamos a solo cuatro años de que se acabe el agua en el país, lo que sitúa el Día Cero en 2028. Otras voces aseguran que ya no habrá disponibilidad suficiente para 2050 y hay otras visiones intermedias que aseguran que la fecha, dicho tajantemente, no es importante.
Hablar del Día Cero es espinoso por varios motivos. No solo se trata de las fechas, sino de las regiones en México. Mientas que el sureste de México tiene muchísima agua superficial y poca densidad poblacional, en el centro de México los problemas de agua van desde la falta de abastecimiento del Cutzamala, siguen por la falta de escurrimientos a los mantos freáticos y llegan hasta el reciente escándalo de contaminación masiva por un "elemento corrosivo" todavía sin identificar en la alcaldía Benito Juárez. El supuesto Día Cero se ve a distinta lejanía, según dónde viva a quien se le pregunta.
Primero, los consensos. El Sistema Cutzamala ha sufrido en 2024 como nunca antes. Sus niveles de abastecimiento -a menos del 40% de su capacidad- han bastado para producir severos recortes en alcaldías de Ciudad de México. En Monterrey, apenas en 2022 hubo declaración de emergencia por sequía extrema y le siguió la crisis de desabasto más importante hasta la fecha para un estado de México.
Pareciera que el sureste está exento del desabasto, pero los datos del monitor de sequía de Conagua contradicen la idea: según el último informe, 79% de México tiene algún problema de falta de agua o sequía en alguno de sus niveles. Aunque los peores problemas están en el Pacífico Norte y Noroeste, las sequías en distitnos grados se extienden por todo México y solo dejan a salvo a parte de Quintana Roo, Guerrero, Chiapas, Colima algunas zonas de Chihuahua y toda la Península de Baja California.
La vertiginosa ola de noticias relacionadas a problemas de agua es abrumadora y que el Día Cero esté en el centro de la conversación es preocupante porque el cauce coyuntural hace más que creíble que la fecha innegablemente llegará. Sin embargo, las visiones catastróficas del Día Cero sirven para poco en el corto plazo, según dijo en 2018 Manuel Perló, experto del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Catástrofe sin fecha
El autor de El futuro de México al 2035. Una visión prospectiva dijo que los episodios de crisis de agua serán cada vez más frecuentes, especialmente en zonas como Ciudad de México, pero el panorama mexicano no es como el de Ciudad Cabo, en Sufáfrica, que estaba llamado a alcanzar su Día Cero en 2018 porque, entre otras cosas, las familias estaban acostumbradas a consumir entre 300 y 400 litros de agua al día.
"Nosotros podemos hacer un ahorro de agua drástico en unos cuantos días reduciendo el consumo diario", dijo.
Reducir el problema al sobreuso sería simplista, desde luego. El desabasto de agua se entiende por muchas otras razones, algunas de las cuales son estructurales, pero eso no quita que 14% del agua en México sea utilizada en abastecimiento público, según datos del INEGI. Como dato relevante, el mayor consumo de agua en México no se entiende por la industria, sino por la agricultura. 76% del agua se utiliza únicamente para fines agrícolas, según INEGI.
Las culpas repartidas son importantes para las decisiones de política pública cuyos impactos no suelen ser inmediatos. La prontitud para acabar con la crisis del agua y eliminar del horizonte el fantasma del Día Cero puede ser un problema. De hecho, la búsqueda a soluciones rápidas ha llevado a estrategias prometedoras pero carentes de respaldo científico, como la siembra de nubes, cuyos primeros programas tienen al menos medio siglo y que fueron vendidos en 2023 como la panacea para acabar con los problemas del Cutzamala.
¿Y entonces, qué hacemos?
El Día Cero en México no tiene fecha precisa, pero el escenario, por más terrorífico que suene, no deja de ser plausible. Dado que el Día Cero nunca ha sido planteado como un problema generado a partir de un solo factor, la respuesta para evitarlo tampoco debería serlo. Las respuestas no dejan de ser las conocidas: fomentar un consumo responsable de agua, generar políticas para un uso eficiente de agua para fines de agrícolas, evitar la contaminación industrial y todo sin dejar de lado la universalidad de abastecimiento de agua potable, un pendiente que sigue pareciendo inalcanzable para México.
En el panorama contextual todavía hay más medidas a tomar, incluyendo todas aquellas posibles para disminuir huella de carbono y reducir contaminantes que agravan los fuertes episodios de La Niña y El Niño y que suelen contribuir a desajustes climatológicos como las sequías. Eficientar el uso de agua y evitar su desperdicio público no es la solución definitiva y sería inocente asumir que lo fuera; también sería falso decir que todo mal aprovechamiento del agua es culpa de la industria y de deficientes decisiones gubernamentales.
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