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No, hacerte muchos selfies no te convertirá en psicópata en potencia

Guido Corradi y Javier Jiménez

"Un estudio [que no diremos cual] demuestra que los hombres que se hacen muchos selfies son psicópatas en potencia."

Navegando por Internet, es habitual encontrar titulares del estilo del anterior. Suenan fuertes, nos asombran, apelan a la curiosidad por la psicologí­a humana y nos maravillan. Sin embargo, oscilan entre lo exagerado y lo falso. Ciertamente, la psicologí­a es una ciencia fascinante que nos puede ayudar a progresar como sociedad con sus avances, pero la ciencia es algo que avanza con pies de plomo y cuestionando sus supuestos continuamente.

Por desgracia, a veces ese avance lento no es compatible con la comunicación rápida. Y ojo, no es mi intención culpar a los medios, pues muchas veces son los propios servicios de información de las Universidades los que se ocupan de exagerar y malinterpretar resultados.

Titulares que exageran: por lo general, hay que pensar que los resultados son falsos

Uno de los principales problemas que afectan a las ciencias cognitivas es que hay muchos estudios con muestras pequeñas y que se publicitan más los estudios que más impactan, pero no necesariamente los más relevantes. Es decir, se hace más caso a los perros que más ladran. El caso es que muchas veces estos estudios que presentan resultados impactantes no cuentan con la metodologí­a apropiada o sus conclusiones son exageradas por sus propios autores.

Cuanta más gente participe en un estudio, más fiables son los resultados. En ocasiones, tanto por dificultad de reunir muestra o por motivos propios del tipo de investigación, se usan pocos sujetos en el estudio. Esto genera la presencia de muchos falsos positivos, es decir, que se tome por cierto algo que no lo es. Incluso teniendo una metodología correcta y una muestra grande, se pueden producir estos falsos positivos.

Por suerte, cada vez es más fuerte el movimiento de los que reclaman que se repitan los experimentos para asegurarnos de que los resultados son realmente ciertos.

Vale, pero ¿cuáles serían sus implicaciones?

Entonces, si decidimos que el experimento es correcto y sus resultados reales, debemos pensar en la siguiente pregunta: ¿Qué implicaciones tiene el articulo? Si yo os digo que el procesador A es más rápido que el procesador B, lo realmente interesante es saber cuál es esta diferencia, porque en el ejemplo podemos estar hablando de 1000 MHz, de 100 MHz o de 1 MHz.

Obviamente, la diferencia importa. En muchos estudios que se publicitan en los medios no se suele hacer referencia a estas diferencias. Muchas veces, el término diferencias significativas puede inducirnos a creer que estas son grandes. Nada más lejos de la realidad: significa que es improbable estadísticamente que las medidas sean iguales, pero no dicen cuál es el tamaño de estas diferencias. Así que titulares como "hombres acostumbrados a compartir sus autofotos son más narcisistas", si bien puede ser cierto, no nos está diciendo si esta información es útil.

El triple salto mortal de las inferencias

Otro clásico en la desinformación en ciencias cognitivas es extraer conclusiones que el trabajo no permite extraer. Por ejemplo, muchos habréis visto el video de un chimpancé que consigue resolver una tarea de apretar números en una pantallla rápidamente.

En algunos medios el titular fue algo así como "chimpancés son más inteligentes que humanos". No es tan sencillo como el titular propone. Si unos chimpancés entrenados durante un añoo ejecutan mejor una tarea que humanos que la hacen por primera vez, esto nos informaría más sobre las capacidades visuales y memorísticas de estos primos lejanos nuestros que sobre la inteligencia humana comparada.

No es el único caso: el más sonado que yo recuerdo es el de inducir a creer que el polígrafo cerebral podrá ayudar a resolver casos. Aquí tenéis una explicación detallada de por qué el titular es falso. Hay que tener mucho cuidado al comprobar si las conclusiones que se ofrecen pueden ser extraídas de la información que se proporciona. De hecho, es posible engañar sin mentir a la hora de ofrecer datos que parezcan más creíbles de lo que realmente son.

¿Se está comunicando de la mejor manera?

La parte que extraigo como más positiva de las noticias sobre psicología, neurociencia y ciencias cognitivas es el gran interés y curiosidad que generan. Es fascinante ver que tu rama del conocimiento genera interés. Sin embargo, es fácil desanimarse cuando uno ve que la comunicación científica falla.

Muchas veces, la necesidad de un titular espectacular puede ensombrecer un trabajo bueno. El clásico ejemplo, para mí­, es "Tu cerebro te engaña" para presentar ilusiones ópticas. En primer lugar, porque por norma general son ilusiones visuales. Las ilusiones visuales difieren de las ópticas en que las ópticas son debidas a una distorsión de la luz y las visuales son aquellas en las que el aparato cognitivo provoca la ilusión cuando procesa la luz que recibe la retina.

Segundo, porque decir que el cerebro te engaña suena bien pero no es del todo cierto: el sistema visual encuentra la forma de resolver las situaciones que se le presentan de la manera que es más probablemente cierta. Las ilusiones visuales no son un engaño, son una adaptación. Eso sí­, es interesante saber que existen y que en ocasiones pueden llevarnos a errores y sentir que nuestro cerebro nos engaña.

También entre los titulares exagerados se dan problemas de mala comunicación cientí­fica: "Unos científicos demuestran que...". En ciencias cognitivas, generalmente, esta frase denota que no se ha entendido el proceso cientí­fico. Por norma general, las cosas no se demuestran: se aportan experimentos que apoyen o descarten una hipótesis. ¿Pero demostrar? ¡Eso son palabras muy fuertes! Muchas veces toca ser humilde y titular "un experimento da como resultado...". El punto es que a veces toca elegir entre espectacularidad y precisión. En mi humilde opinión, elegir precisión siempre será más acertado, pues, cuando un mito empieza a diseminarse, es muy difícil desmontarlo.

Propuestas de soluciones

Desde mi punto de vista, la manera de mejorar la divulgación pasaría por los siguientes puntos:

  • Centrarse más en artículos de metaanálisis o de revisión que recogen el estado de la cuestión. Informar de experimentos concretos es también interesante (y necesario), pero es más difícil estar al tanto de sus limitaciones. La psicologí­a, por norma general, no avanza a través de experimentos concretos.

  • Citar y enlazar siempre el artículo original. Muchas veces, incluso expertos en el tema pueden equivocarse al mostrar la información del artículo o haciendo interpretaciones incorrectas. Por ello, enlazar el artículo de investigación original hará que todo el mundo pueda comprobar por sus propios medios la veracidad de las afirmaciones.

  • A ser posible, pedir una segunda opinión. Sé que escribir noticias sobre temas en los que uno no es especialista y hacerlo con prisas es una tarea difícil. No sería la primera vez que se extiende un titular incorrecto. Por suerte, Internet permite contactar con expertos que podrán matizar, puntualizar o corregir detalles. Porque, como se dice, el diablo está en esos detalles.

  • Ser escéptico. Por norma general, se nos da mejor razonar como abogados que como jueces. Es decir, es más fácil encontrar motivos para defender una causa que llegar a la verdad del asunto. A la hora de divulgar, cabe tener en cuenta los puntos expuestos al inicio de este texto y buscar guías de recomendaciones para temas polémicos, en especial cuando refieren a salud mental o suicidio.

No es mi intención desanimar la divulgación científica en ciencias cognitivas. Todo lo contrario: deseo animar a que más medios, blogs y particulares muestren los avances de la ciencia con el rigor y paciencia que el asunto requiere.

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