El semáforo es uno de los elementos más importantes en la regulación del tráfico a nivel mundial, y sus colores tienen un significado específico que todos los conductores debemos conocer.
El rojo, verde y amarillo son más que simples luces; representan órdenes precisas que garantizan la seguridad vial. Pero, ¿realmente sabes qué significa cada color y por qué el amarillo podría no significar lo que siempre pensaste? Aquí te lo explicamos.
El color rojo del semáforo es universalmente reconocido como la señal de alto. Este color, que está científicamente asociado con el peligro, le ordena a los conductores y peatones detenerse de inmediato. Es un mandato claro que no da lugar a interpretaciones, y es fundamental para evitar accidentes en las intersecciones. Ignorar el rojo puede resultar en multas, accidentes graves y poner en riesgo la vida de otras personas en la vía.
El verde es el color que nos permite continuar nuestro camino. Sin embargo, es importante recordar que aunque el verde significa avanzar, no es una carta blanca para acelerar sin precaución. Antes de avanzar, siempre se recomienda verificar que la vía esté libre y que otros conductores y peatones hayan cumplido con las señales. Es esencial mantener la atención y proceder con cuidado, especialmente en zonas de alta congestión o con visibilidad limitada.
Aquí es donde muchos conductores cometen errores. El amarillo en el semáforo es una señal de advertencia, que indica que la luz está a punto de cambiar a rojo. A pesar de que la mayoría lo interpreta como una señal para acelerar y "ganar el paso", su verdadero significado es el opuesto. El amarillo nos indica que debemos prepararnos para detenernos. Es un llamado a la prudencia, a reducir la velocidad y a anticipar la detención. Ignorar esta advertencia y acelerar puede llevar a situaciones peligrosas, como cruzar en rojo y colisionar con otros vehículos.
El origen del semáforo y sus colores
El primer semáforo del mundo fue diseñado por John Peake Knight y se instaló en Londres en 1868. Esta señalización, que funcionaba a base de señales de gas, fue colocado frente al Parlamento Británico para gestionar el creciente tráfico de carruajes y peatones. Sin embargo, este dispositivo no fue un éxito inmediato debido a una explosión que ocurrió poco después de su instalación.
En México, la llegada de este invento fue mucho más tardía. No fue sino hasta 1932 que se instaló el primer semáforo eléctrico en el país, en el cruce de Avenida Juárez y San Juan de Letrán en la Ciudad de México. Este sistema era accionado manualmente por un agente de tránsito, lo que marcó el inicio de la modernización en la regulación del tráfico en la capital mexicana.
El uso de colores en los semáforos tiene raíces en las señales de ferrocarril del siglo XIX. El rojo siempre se ha asociado con el peligro, lo que lo convirtió en el color ideal para indicar la necesidad de detenerse. El verde, por otro lado, se asociaba con seguridad y la luz blanca era utilizada para el "adelante". Sin embargo, debido a confusiones entre la luz blanca y otras señales ferroviarias, se cambió al verde, y más tarde se añadió el amarillo como una señal intermedia.
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