"Ultra-commuters" o "ultra-viajeros" en español son aquellas personas que viajan al menos tres horas de sus casas a sus centros de trabajo, algo que vino a popularizarse después de la pandemia por COVID-19 pues mucha gente se fue de las grandes ciudades al no poder pagar las elevadas rentas, además de que tuvieron la oportunidad de trabajar de forma remota.
Sin embargo, con el fin de la pandemia y el regreso a oficinas, esas personas deben ahora trasladarse incluso desde otras ciudades para poder cumplir con su presencia obligatoria en los centros de trabajo.
A esos largos trayectos se les denominó "super commuting" o "super desplazamiento". Cabe señalar que, aunque ahora está en tendencia el concepto, esa realidad en México existe desde hace ya muchos años, sobre todo en municipios del Estado de México, donde a varias colonias se les ha denominado como "dormitorios", pues la gente llega sólo a dormir a sus casas después de horas de traslado.
Acolman, Atizapán de Zaragoza, Coacalco, Cuautitlán Izcalli, Huixquilucan, Ixtapaluca, Los Reyes la Paz, Naucalpan, Nezahualcóyotl, Tecámac, Tlalnepantla, Tultepec, Tultitlán, Valle de Chalco, Nicolás Romero y Ecatepec representan el 70% de las colonias "dormitorio" del Edomex, con un total de 25,600 viviendas, de acuerdo con el Colegio de Arquitectos, lo que ha ocasionado problemas de movilidad, vivienda, acceso a bienes, servicios, educación y empleos.
Sin embargo, hay otras realidades más privilegiadas, las de aquellos que ven aspectos positivos en trasladarse por horas a sus oficinas o centros de trabajo. La revista Fortune pudo platicar con algunos de ellos.
Por ejemplo, Melissa Howard tiene 25 años, se dedica a las Relaciones Pública y tiene que ir a la oficina dos veces a la semana, por lo que esos días debe salir de su casa a las 5 de la mañana para llegar a Londres; para ello necesita dos trenes.
Llega a esa ciudad a las 8 de la mañana, lo que implica una hora antes que la mayoría de sus colegas de la industria, y, de acuerdo con la joven, le permite mayor silencio y organizar su día con antelación y calma.
Pero hay casos más extremos, por ejemplo el de Lee Robinson que documentó Business Insider. Si el viaje promedio al trabajo toma 26 minutos en Estados Unidos, el de Robinson es 17 veces mayor.
Robinson es vicepresidente de experiencia de desarrollador en la startup tecnológica Vercel y para llegar a las oficinas de ésta en San Francisco se despierta a las 5 am, conduce hasta el aeropuerto más cercano a su casa en Des Moines, Iowa, toma el vuelo de las 6 am hacia Denver, Colorado, donde espera una conexión para un segundo vuelo hacia San Francisco, para después tomar un Uber que lo lleve al distrito financiera de aquella ciudad. En total son siete horas y media de traslado.
Claro, Robinson no va a la oficina cinco días a la semana, sólo acude unas dos veces al mes, se queda una o dos noches en San Francisco para asistir a reuniones ejecutivas y después regresa a Iowa, donde creció y ahora vive con su familia.
Desplazamientos como el de Robinson eran impensables antes de la pandemia, cuando todo el mundo debía presentarse en la oficina todos los días de la semana. Pero el aumento de empleos remotos permitió a muchos estadounidenses mudarse a pueblos pequeños, lejos de las grandes ciudades.
Ahora, con la flexibilidad de trabajos en formato híbrido (unos días de home office y otros en oficina), algunas personas están dispuestas a recorrer grandes distancias y soportar viajes en tren, autobús, ferry y hasta vuelos.
Una vida más asequible
Pero otra ventaja que ven los "ultra-viajeros" es el costo de la vivienda y los servicios pues la vida en un pueblo o ciudad pequeña es mucho más asequible que en una gran ciudad.
Otra historia es la de Sophia Celentano, quien toma un vuelo una vez por semana desde Carolina del Sur hacia Nueva Jersey para ahorrarse unos 3,500 dólares de alquiler en Nueva York y sus alrededores.
Además, Celentano ahorra también en servicios públicos, comestibles, gas y otros gastos, lo que implicaría un total de 4,250 dólares al mes para vivir y trabajar cerca de la oficina de Ogilvy Health, donde hace su pasantía, mientras que los vuelos le cuestan 225 dólares por semana.
Quizá el único inconveniente que ve Celenteno es llegar a casa alrededor de las 11 de la noche. A eso se suma que los "ultra-commuters" a menudo se despiertan muy temprano en la mañana o se quedan despiertos hasta tarde en la noche para adaptarse a sus horarios de viaje, lo que provoca falta de sueño.
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