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En 1924, un piloto inglés tuvo una idea increible: poner un motor de avión a un Fiat para superar los 230 km/h

Adolfo Reséndiz

Editor

Periodista por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Técnico mecánico automotriz CEDVA. Me gusta el rap, comer asado argentino y los fines de semana largos.

En 1924, un piloto inglés llamado Ernest Eldridge decidió llevar su pasión por la velocidad al extremo. Con la audaz idea de montar un motor de avión en un Fiat, creó el Fiat SB4 Corsa, un vehículo que desafiaría las normas de la época y alcanzaría la asombrosa velocidad de 234 kilómetros por hora.

Este coche, apodado “Mefistofele”, no solo se convirtió en un ícono de la ingeniería automotriz, sino que también dejó una huella imborrable en la historia del automovilismo.

El origen de una leyenda

El Fiat SB4, que se puede visitar en el Centro Storico de Fiat en Turín, Italia, es un testimonio del ingenio humano y la búsqueda de la velocidad. Desde su recuperación en 1970, ha atraído la atención de entusiastas de todo el mundo. Eldridge, un piloto con experiencia en la Primera Guerra Mundial, se adentró en el mundo de las carreras de coches con un solo objetivo: ser el más rápido.

El nombre “Mefistofele” hace referencia a un demonio de la mitología germana, y el apodo encierra la esencia del vehículo: una máquina que prometía velocidad y peligro, lo que recordó a Eldridge que la tentación siempre viene con riesgos. Sin embargo, esto no detuvo a este audaz piloto, quien decidió empotrar un poderoso motor de avión Fiat en el chasis de su automóvil.

Logo del Fiat Mefistofele.

La ingeniería detrás de la bestia

El motor de seis cilindros, proveniente de un bombardero, tenía una cilindrada de 21,706 centímetros cúbicos y producía 350 caballos de fuerza a 1,800 revoluciones por minuto.

Eldridge modificó el motor, mejoró la culata con cuatro válvulas y agregó bujías de Magneti Marelli, lo que generaba un ruido ensordecedor que resonaba en toda Inglaterra. Para darle forma a esta bestia, utilizó la carrocería de un autobús londinense accidentado. Un gran hito ya que convirtió un vehículo convencional en un verdadero torpedo sobre ruedas.

Motor de seis cilindros, proveniente de un bombardero.

El récord de velocidad

El 5 de julio de 1924, Eldridge se enfrentó a la firma Delage, que había desafiado su velocidad. En la Route Nationale 20, el piloto puso a prueba su creación y alcanzó los 230 kilómetros por hora, por lo que obtuvo un nuevo récord mundial. Sin embargo, la celebración fue breve; la competencia alegó que Mefistofele no tenía reversa, un requisito para validar el récord.

No obstante, Eldridge no se rindió. Una semana después, volvió a la carga y logró superar su propia marca para llegar a los 234 kilómetros por hora. Este hito no solo quedó grabado en los anales del automovilismo, sino que también representó el último récord establecido en una carretera abierta, ya que después de este evento, las pruebas de velocidad se trasladaron a entornos cerrados por razones de seguridad.

¿Te imaginas manejar un auto a 230 kilómetros por hora con estos instrumentos?

Una hazaña para la historia

La historia de Mefistofele y Ernest Eldridge es un recordatorio de cómo la innovación y la ambición pueden desafiar los límites establecidos. Este Fiat SB4 Corsa no solo es un testimonio del ingenio automotriz, sino también una pieza fundamental en la evolución de las carreras y la velocidad.

Mefistofele es sin duda un símbolo de la búsqueda de la velocidad y un legado en la historia del automóvil. Su presencia en el Centro Storico de Fiat es un imperdible para los amantes de la tecnología y la historia del automovilismo.

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